Entre Galicia y Japón hay más de 11.000 kilómetros de distancia, pero a veces basta una melodía para acortar el mapa. En Camariñas, una joven japonesa encontró algo más que un idioma nuevo: descubrió una música que parecía hablarle directamente. Haruna Chatani, o Vera, vive en Kōbe, una ciudad portuaria del sur de Japón con una larga historia de apertura al mundo. Había vivido en Uganda, Camboya, Italia y viajado por casi veinte países. Sin embargo, fue en Galicia donde algo le tocó una fibra que no había sentido antes. «Antes de ir no sabía que existía una música tradicional tan bonita», recuerda desde el país nipón, meses después de haber regresado.
Llegó a Camariñas en abril de 2024, con un visado de larga duración, decidida a aprender español. Ya había estado allí un año antes, durante unas vacaciones con su madre y unas amigas, y aquel primer contacto bastó para que eligiera volver. Pero el idioma pronto quedó en segundo plano. En su segunda semana en Galicia, una amiga la llevó a una foliada. Allí escuchó una gaita por primera vez y algo se activó dentro de ella.
«Me sorprendió y me emocionó. Sentí nostalgia. Supe que quería aprender esa música», cuenta. Y lo hizo. Se unió a las cantareiras de As Cansorriñas, en Camariñas, y al grupo Vaiche Boa, de Xaviña, donde aprendió a tocar la gaita, el tambor, la pandereta y el bombo. También recibió clases semanales por parte ‘Mini ‘Xosé Luis Rivas. No solo aprendió: actuó en fiestas, participó en foliadas, y lo hizo vestida con el traje tradicional que le prestaban cada vez. «Me sentía como si fuera gallega. Nunca había vivido algo así», dice.
«En Japón, estas cosas se van perdiendo»
La gaita fue lo que más le costó, pero una amiga le prestó una para poder practicar a diario. Las familias que la acogieron le dieron espacio y tranquilidad para que pudiera hacerlo, y eso le permitió avanzar poco a poco. También se animó a probar el baile, aprendiendo al observar a sus compañeras. Más allá del aprendizaje técnico, lo que más la sorprendió fue el vínculo que existe en Galicia con su tradición musical. «En Japón, estas cosas se van perdiendo. En Galicia, en cambio, la música tradicional no es solo patrimonio, es algo que la gente mantiene vivo con orgullo. Me pareció maravilloso», comenta.
@vera56656 Galicia no Xapón 🥰
♬ オリジナル楽曲 – Vera
Su despedida fue otro momento que no olvida. Pensaba que ya se había dicho adiós de forma informal, pero sus compañeros y profesores le organizaron una cena sorpresa. «Ver de nuevo sus caras fue un regalo. Me sentí muy agradecida», dice. Desde que regresó a Japón, no ha dejado de tocar, haciendo pequeñas actuaciones en residencias de mayores y centros sociales, ha enseñado a su madre —que también es música— y en una ocasión dio una clase en un festival.
«Cuando escuchan la gaita o la pandereta se les ilumina el corazón»
Querría ser capaz de divulgar la música gallega en su país, aunque reconoce que al ser una melodía y una cultura desconocida, es bastante difícil. Aun así, las reacciones que recibe le animan a seguir. «Me dicen que cuando escuchan la gaita o la pandereta se les ilumina el corazón. Eso me alegra mucho, porque eso mismo sentí yo la primera vez que la oí».
De Galicia también se llevó algo menos tangible pero igual de importante: una forma diferente de entender la vida. «Expresiones como “non pasa nada”, “é o que hai” ou “o importante é pasalo ben” me cambiaron mucho. En Japón no solemos hablar así, somos más serios. Pero esas frases me ayudaron, y ahora intento compartirlas con otras personas», dice con una sonrisa. Su intención es volver. Si todo va bien, será el próximo año. Le gustaría seguir aprendiendo, bailar, palillar. «Soy japonesa, pero me gustaría ser una de las personas que heredan y transmiten esta música. Eso lleva tiempo, pero si tengo la oportunidad, volveré».
Camariñas y Kōbe están lejos. Pero entre ambas tierras hay algo en común: una cultura que se transmite de generación en generación, y una joven que, desde el otro lado del mundo, decidió hacerla suya.