En la última jornada del juicio celebrado en la Audiencia Provincial de A Coruña, el hombre procesado por la muerte y agresión sexual de Elisa Abruñedo en septiembre de 2013, en Cabanas (A Coruña), decidió hacer uso de su derecho a hablar por última vez. Con la voz entrecortada y visiblemente afectado, aseguró que lo ocurrido no refleja en absoluto su forma de ser ni la vida que había llevado hasta entonces. “Ese instante no tiene nada que ver con mis 39 años anteriores”, afirmó.
Durante su breve intervención, expresó su incapacidad para justificar lo sucedido. “Ni yo mismo lo entiendo”, declaró, con un tono apagado y el rostro inclinado, manteniendo la actitud retraída que había mostrado a lo largo del proceso judicial. Frente a los familiares de la víctima presentes en la sala, añadió: “Nada de lo que diga puede servir de algo”, mientras se le exigía que pidiera perdón, petición a la que no accedió de forma explícita.
La defensa, por su parte, trató de reducir la gravedad de los cargos, señalando que la víctima tuvo oportunidad de defenderse y negando que el crimen fuera planificado. El abogado defensor alegó que se trató de una agresión sexual que derivó en homicidio, no en asesinato, como sostienen la Fiscalía y las acusaciones particulares, representando a los hijos de la fallecida.
Según el letrado, su cliente actuó impulsivamente y no hubo elementos que sustenten la existencia de alevosía. “Ella pidió ayuda”, recordó, haciendo referencia al testimonio de una persona que escuchó gritos, aunque los interpretó como una discusión entre pareja.
La defensa solicita que se le condene únicamente por los delitos de agresión sexual y homicidio, dejando fuera los agravantes de ensañamiento, abuso de superioridad y violencia de género, este último argumentando que no era aplicable en la fecha en la que se produjeron los hechos.
En contraposición, una de las acusaciones calificó la brutalidad del crimen como «más cruel que lo que se le haría a un animal», recordando además la afición del acusado a la caza.
Elisa Abruñedo fue atacada cuando paseaba cerca de su casa. El agresor la forzó hasta un área de maleza alejada de la carretera, donde la sometió a una violación y posteriormente la apuñaló en el cuello, el corazón y los pulmones. Aunque dejó rastros genéticos en la escena, en aquel momento no pudo ser identificado por no contar con antecedentes.
La investigación, que se prolongó durante una década, terminó en octubre de 2023 con la detención del acusado en su lugar de trabajo, en Navantia Ferrol. El hallazgo se produjo gracias a una compleja labor de análisis de vehículos, perfiles genéticos y la coincidencia del apellido del sospechoso con los datos recogidos a lo largo de los años.