La joven emprendedora Laura Ormazabal (Madrid, 1992) se mudó a Santiago de Compostela en 2016 para abrir su propio negocio. Al enamorarse de la franquicia Flamingos lo tuvo claro. Esta apasionada de la ropa vintage ha contagiado a jóvenes y mayores su gusto por este estilo de vestir único y sostenible. Sus prendas, de segunda mano e importadas íntegramente de Estados Unidos, son ya una constante en las calles de la capital gallega.
En la Plaza de Fuenterrabía, a medio camino entre la zona vieja y la zona nueva, se encuentra el establecimiento «Flamingos Vintage Kilo». Aquí, comercializan prendas únicas, cuya fecha de fabricación oscila entre los años 40 y la actualidad. Son de segunda mano, aunque «hay muchas que llegan con la etiqueta puesta», relata Laura, que razona que «al venir de Estados Unidos, como son tan consumistas, pues igual se la han comprado y ni siquiera lo han llegado a utilizar».
«Nosotros no compramos ni recogemos ropa», aclara la madrileña. El proveedor de Flamingos, creador de la firma, vive en el país americano y desde allí les envía la mercancía. «Él hace una selección. Nosotros tenemos una lista, con la que lo pedimos al almacén de Barcelona y a veces que lo tienen y a veces no, porque también va por temporadas», cuenta.

Como se trata de ropa vintage, es posible que pasen meses sin recibir nada, ya que «esto no es como una fábrica, no es como un Zara». Reciben en sacos los productos, después de que pasaran dos procesos de higienización. Entonces, Laura y Cristofer la sacan de las bolsas, la planchan, la desinfectan por el coronavirus y la cuelgan en el local.
Venta al peso
El 80 % de la tienda funciona al peso. Hay algunas prendas más especiales que tienen un precio cerrado, pero la mayor parte de ellas se pesan en una báscula. Este no es un procedimiento común en España para vender ropa, pero otras tiendas vintage de países europeos usan esta práctica, al igual que en una frutería. Se divide en tres categorías: 13€, 24€ y 39€. «No hay nadie que venga y diga quiero comprar un kilo de ropa», matiza Ormazabal . Sencillamente , explica, si una sudadera de la categoría de 24€ arroja el peso de 500 gramos, la prenda cuesta 12€.
Las marcas que albergan son múltiples. Desde sudaderas Adidas, Nike o Reebok, hasta calzado Vans, Convers o botas Dr. Martens. Para un público más particular también venden polos Ralph Lauren o abrigos 100 % de lana. Hasta han llegado a recibir productos de Versace y Dior. Lo que puede aparecer en este peculiar catálogo siempre es una sorpresa.
Estilo vintage: «ropa que no lleva nadie más que tú»
Muchas veces, detalla Laura, se confunde el termino vintage con lo «retro». La diferencia es que el segundo vocablo hace referencia a ropa que se fabrica ahora e imita a lo de antes. Mientras que, contrasta, vintage «puede ser una falda de los años 70». Con esta, «estas llevando una prenda que no va a llevar nadie igual».
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«Tú vas a una tienda normal, de Inditex por ejemplo, y tienes un montón de camisetas iguales de diferentes tallas, pero en mi tienda tú tienes que venir y rebuscar. «A lo mejor encuentras algo que te gusta pero justo no es tu talla porque son prendas únicas», sostiene la gerente. Por ello, el que hace uso de estos artículos viste con «un estilo bastante personal». También destaca la calidad del material. «No es como se hace ahora. Ahora se gasta con nada», asegura. Y es que su negocio recibe vaqueros de segunda o tercera mano que están «perfectos». «Eso te va a durar toda la vida», añade.
Los clientes de Flamingos
Son precisamente estos materiales que ya no se fabrican lo que hace que lleguen a un pequeño público mayor, «de 70 y pico años». No obstante, la mayoría de sus clientes son universitarios. Los jóvenes consiguen en Flamingos un estilo propio y además barato. «Como tenemos precios muy asequibles, no es una tienda cara, pueden venir y permitírselo», concreta Laura.
«Al principio mi planteamiento fue mudarme a Santiago por el tema de la gente joven, pero luego con el paso del tiempo me di cuenta de que también tengo muchos clientes mayores», puntualiza la empresaria, que decidió abrir esta tienda cuando residía en Vigo —ciudad en la que hay otro Flamingos— y se informó para crear su propio local. Las normas de la franquicia no permiten que haya dos en la misma urbe, por lo que decidió irse a la capital gallega.
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Su gusto por la ropa vintage nació viajando. «El tema de venta al peso lo he descubierto viajando. En 2011 o 2012 descubrí todo esto. Me pareció tan guay poder comprar ropa que no está producida como se produce todo el tema de Inditex y tal. También un poco por ideales y aparte por la moda de poder marcar un propio estilo», relata la joven madrileña que también vivió en Berlín.
Activa en Instagram
Antes no hacían envíos a domicilio, ni ejercían la venta online por las características de su modelo de negocio. «Como recibimos tantas novedades era un poco difícil tener una página y actualizar todos los días, porque cada prenda es única, no hay varias de la misma talla. Seria para volverse loco», manifiesta Ormazabal.
No obstante, el coronavirus, las cuarentenas y los cierres perimetrales han propiciado que comenzasen a hacer envíos. «No tenemos web, pero lo que hacemos es subir prendas con la talla a las historias de Instagram. Nos contactan por mensaje privado y ya les explicamos las condiciones y enviamos», detalla la propietaria del comercio, que mantiene su cuenta en esta red social repleta de contenido.