El padre fundador y segundo presidente de la historia de Estados Unidos, John Adams, conoció Ferrol en 1779: lo hizo de manera fortuita en un viaje diplomático a Francia, que tenía como objetivo negociar un acuerdo de paz en la Guerra de Independencia.
Por aquel entonces Francia estaba ayudando a los estadounidenses en la rebelión de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos contra Gran Bretaña, en represalia por el desastroso Tratado de París de 1763. España, por su parte, ayudaba a Francia y a los Estados Unidos en la contienda contra los británicos porque ansiaba una revancha por la ocupación británica de Gibraltar.
John Adams (Braintree; 1735-Provincia de la bahía de Massachusetts; 1826), fue un destacado estadista, abogado y escritor estadounidense, padre fundador que, además de ser el segundo presidente en la historia de los Estados Unidos entre 1797-1801, llegó a Ferrol.
Comienza el viaje
Así pues el 13 de noviembre de 1779, John Adams y sus hijos, John Quincy y Charles, iniciaron su travesía desde el puerto de Boston a bordo de la fragata francesa La Sensible. Un navío de guerra de la clase L’Indiscrète equipado con cañones de 12 libras, construida en 1767, con unas dimensiones de 40 metros de longitud y 10 de ancho, y que llevaba 350 personas a bordo cuando partieron de Boston.
Según el diario personal del diplomático, el 13 de noviembre de 1779, cuando la embarcación navegaba a “100 leguas de Ferrol o La Coruña”, atravesaron una gran tormenta que produjo una vía de agua que requería el funcionamiento constante de unas bombas que achicaran el agua, por lo que el capitán de barco determinó que lo mejor sería parar en España.
Este imprevisto de no llegar a la costa francesa y la obligación de desembarcar en el primer puerto que encontraran significaba un problema para el presidente: “Llegar por tierra hasta París puede ser difícil en el Paso de los Pirineos”. Pero “esperar a la fragata”, a su arreglo también le suponía un incordio. Adams era consciente de que “los viajes oceánicos siempre entrañaban peligros, y más si se trataban de hacer en invierno.”
Por tanto, la fragata que estaba “haciendo aguas” llevó a la delegación que había partido de Boston con destino a Paris a atracar sorpresivamente en el Real Astillero de Esteiro de Ferrol, el 8 de diciembre de 1779, astillero finalizado en 1756, 23 años antes de la llegada de los inesperados visitantes.
Por otro lado, Ferrol estaba viviendo una etapa de expanción. En el año 1761, con la construcción del Barrio da Magdalena, ejemplo de la Ilustración, la ciudad había pasado de ser una villa de pescadores de unos 1.000 a 20.000 habitantes. Y fue en dicho barrio donde se hospedó, en la casa de Pepa La Botonera.
Poco entusiasmo con la ciudad naval
Así pues, el político fue recibido por una gran comitiva de oficiales españoles y franceses, que hicieron gala de una gran hospitalidad que lo llevaron a cenar y posteriormente a una ópera que al americano le resultó un “entretenimiento aburrido”. Expresando también su disgusto con la desproporcionalidad entre sexos: “muchos oficiales y pocas damas”.
Por lo visto, la primera toma de contacto en la ciudad naval no le impresionó demasiado a excepción de la iglesia de San Julián que calificó de “magnífica”. Bien es cierto que sus pensamientos rondaban la grieta del barco, que aumentaba desde su llegada: “todos piensan que hemos estado en grave peligro”.
En su diario refleja poco entusiasmo con la ciudad. Lamenta que “no hay nada que ver, salvo dos Iglesias y los Arsenales, diques secos, fortificaciones y buques de guerra”. A pesar de eso, observa “síntomas de crecimiento y prosperidad ya que se están construyendo muchas casas nuevas de piedras que provienen de las montañas rocosas de los alrededores”.
Mientras tanto, expresa su descontento con el puerto de Ferrol: “la entrada es tan estrecha, que no hay posibilidad de salir excepto cuando el viento es de una sola dirección, es decir, sudeste, o por ahí”.
A pesar de estas circunstancias, se perfilaba un futuro incierto en el cual aún no se había completado la reparación del barco. Por esta razón, y debido a la impaciencia de llegar a su destino, evalúa y pone en marcha la opción que se barajaba de continuar la travesía por tierra desde Coruña.
Una semana después de su llegada, el 15 de diciembre de 1779, deja Ferrol con destino A Coruña, con el objetivo de avituallarse para el resto del viaje. Para ello, la comitiva cruzó la ría en bote y subió a unas mulas en las que cabalgaron por “caminos muy malos y montañas muy altas con pocos árboles pero terrenos bien cultivados”.
Por el camino pararon a comer en un antiguo mesón de la Ponte do Porco de Miño y llegaron a la noche a la ciudad herculina para, desde allí, continuar su periplo a través de un Camino de Santiago inverso con paradas en Burgos y en Bilbao.