Hablar con O carabel es recorrer un bosque lleno de magia. Y es que, para él, en eso ha consistido siempre su proyecto. “Comezou pola inquedanza de traballar coas mans, pero xa van moitos menguantes da lúa de xaneiro recollendo varas de vimbios, loureiros, aligustre, acacias…”, comenta con nostalgia.
El objetivo de su negocio está claro: que muchas personas usen sus bolsos y mochilas para ir al mercado y dejen de usar bolsas de plástico. Y eso es algo que une a su comunidad, el amor por el medio ambiente y las cosas sencillas de la vida. “Os nosos clientes disfrutan da natureza, de ir de paseo, aos cogomelos…”, explica el propietario.
Han creado una comunidad por redes sociales, que se ha dado a conocer especialmente por la pandemia. “Penso que o que chama á xente son as nosas publicacións cheas de música e contos, e unha frase que as acompaña ‘o amor é o amor’”, explica ilusionado.
Defiende la recuperación de un oficio tradicional que está muriendo, y en sus planes de futuro no está mecanizar el trabajo, ya que cree que perdería su esencia. “Eu prefiro seguir apañando o material nos camiños, traballar coas mans facendo pezas únicas e exclusivas”.
El proceso de los cestos
El proceso para realizar estas piezas es único. En el menguante de enero se recogen los materiales, cuando las plantas en estado vegetativo echan hojas. Las varitas suelen ser de un año, porque son más flexibles, ya que es la época del año en las que baja la savia.
“Para min unha das partes máis bonitas do meu traballo é ir buscar o material ao monte, selecciónalo por tamaños e grosores”, explica ‘O carabel’. Además, defiende que esta es la manera de trabajar más respetuosa con el medio ambiente y más sostenible, ya que al mismo tiempo realiza una limpieza en el bosque. Usa maderas de todo tipo, del laurel al sauce pasando por muchas especies diferentes.
Tras la recogida llega el momento de secarlo. “Se o traballas en fresco que é como se facía tradicionalmente, logo ao perder a humidade non quedan os cestos co corpo e a consistencia que deberían de quedar.”, describe con delicadeza.
En resumen, define el proceso idóneo como la recogida del material en el menguante de enero, el secado durante mínimo tres meses y la posterior hidratación. Esta va de los siete a los diez días en función de la madera y se usa para poder manipularla y tejerla.
El artesano cuenta que las técnicas de tejido y cestería son infinitas. “Eu aprendin dalgún vello, pero prácticamente son autodidacta. Fun aprendendo só, por fotos que vin, experimentando…” Narra que parte de ese proceso consiste en coger las técnicas de tejido tradicionales y actualizarlas a nuestro tiempo para usar los cestos como se usaron en otros tiempos.
La antigua ‘piteira’
Para ejemplo de esta reivención contemporánea está la ‘piteira’. Es un cesto de forma cónica donde se metían las gallinas para chocar los huevos. Tenían una pequeña puerta y eran muy tradicionales, en todas las casas había una ‘piteira’ hecha tradicionalmente allí.
“Eu fixen unha versión adaptada desa piteira como froiteiro, paneira, para gardar os ovos… Todo consiste en coller a cestería tradicional, buscarlle un toque atractivo e actualizala”, relata el propietario de este negocio mágico.
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