La necesidad de nombrar el espacio: la plaza de las Angustias de Pontedeume

¿Cómo y porque surge la necesidad de ponerme nombre a todo? ¿Cuál es el origen de plazas, calles, fuentes o barrios?

Poner nombre a una montaña, a un río, la un bosque o a una insignificante tierra fue una necesidad no muy distinta a la de poner nombre a las personas. El estudio de los nombres propios con que se designa al espacio geográfico se denomina toponimia, rama de la onomástica. En el espacio urbano sucede algo parecido: plazas, fuentes, calles y todos los componentes del citado espacio poseen su correspondiente nombre. El origen y el significado de estos nombres muchas veces se nos escapa.

El problema se complica porque estos espacios cambiaron sus usos y su morfología a lo largo de la historia, y con eso, sus nombres. Y es que el proceso de denominación fue, en todo caso, en un principio, democrático, pues era el pueblo quien ponía los nombres de forma espontánea, de acuerdo con determinadas circunstancias históricas, siendo frecuente que convivieran o se sucedieran varios nombres. Así, por ejemplo, la plaza de S. Roque de Pontedeume fue denominada plaza de la Calzada, y la plaza Real, plaza del Rollo, del Consistorio o Mayor. Cada una de estas denominaciones tiene su explicación, y no hay duda de que ninguna partió de un acuerdo municipal.

Plazas de las Angustias de Pontedeume

La cosa se complicó cuándo nos empeñamos en poner a los espacios públicos el nombre de personas. En Pontedeume la primera calle a la que se bautizó con un nombre propio de persona fue la Avenida de Rajoy, lo que sucedió por acuerdo municipal de 28 de septiembre de 1867. El proceso de denominación dejó entonces de ser exclusivamente democrático para ser susceptible de convertirse en un arma de afirmación ideológica, tal como ocurrió durante el franquismo con profusión, con consecuencias que aún hoy colean.

Hoy nuestras calles y plazas tienen nombre de generales, conquistadores, políticos, científicos, escritores, bienhechores, etc., nombres que difícilmente van a resistir el paso del tiempo, pues, juzgando con una mentalidad actual, desaparecerán a medida que aumente el rechazo a las guerras y las conquistas, que descubramos comportamientos machistas, xenófobos o indecorosos de los personajes; o simplemente quedarán en el olvido siendo sustituidos por otros de los que nos ufanamos porque jugaron bien al fútbol, ganaron varias estrellas Michelin, subieron muchas veces a una montaña o simplemente murieron de forma prematura y trágica en olor de multitudes de televidentes o internautas

A plaza de las Angustias de Pontedeume

No fue este el caso de la plaza de las Angustias de Pontedeume, bautizada por el vulgo cómo tal por haber una fornela en la puerta de la Villa de la antigua muralla con la Virgen de la Angustia. Estas fornelas eran frecuentes en las calles, más frecuentemente en las puertas, como amuletos protectores contra los males que acechaban a las poblaciones, por entonces muchos, siguiendo una costumbre que se remontaba a las primeras civilizaciones de Mesopotamia, cuyas ciudades tenían flanqueando las puertas toros alados. El nombre permaneció invariable desde sus primeros pasos con la única variación de que en los siglos pasados se decía de la Angustia, en singular, modificación pequeña se tenemos en cuenta que por toda la geografía española encontramos tanto el singular como el plural.

Este espacio, fuera de la primitiva cuadrícula de la Póboa, se urbaniza tarde, no antes de 1869. Posee una considerable pendiente, como sucede con todas las calles longitudinales de una villa construida en la base del monte Breamo, en la confluencia de la calle de S. Agustino y Herreros, formando una “ y” griega. Paso obligado para cruzar la villa antes de la construcción de la carretera actual, llegamos a pensar que el nombre, antes de encontrar documentación que lo desmintiera, procedía de la angustia que debían de sentir los carreteros en un ascenso excesivamente pronunciado. Este tráfico de tracción animal no debió de ser pequeño, como corresponde a una carretera de obligado paso entre A Coruña y Ferrol. Hasta el punto de que los vecinos de la calle Real exigían el engrase de los ejes de los carros antes de ascender para evitar un ruido que consideraban muy molesto. Paradógicamente, cuando se construyó la actual carretera nacional, las protestas en su contra no fueron pequeñas.

Cruceiro de las Angustias

Siguiendo a J. J. Burgoa, escribimos en la obra “Calles, plazas y jardines de Pontedeume” que el crucero que hoy preside esta plaza de tránsito se realizó en 1950, lo que fue repetido por otros autores. Cierto día, Eduardo Veiga me aseguró, con pruebas documentales irrefutables, que el crucero fue realizado en 1961, en una intervención que incluía la pavimentación de la plaza. Las obras, junto con el crucero, se inauguraron el 18 de julio, constituyendo a todas luces una muestra destacada del nacionalcatolicismo imperante. El momento fue inmortalizado por el fotógrafo Tito Ríos, en una foto donde podemos ver las macetas que Miguel López Finca siempre se preocupó de regar.

La curiosidad los llevó a buscar fotografías anteriores a la intervención, sin el crucero. Acudimos como otras veces a Antonio M. Finca Noche, por cuya mediación conseguimos varias fotos. Son de 1936, del fotógrafo Jesús Silva, propiedad de Javier Castro Rodeiro, que amablemente nos dejó para esta publicación. En fin, fotos inéditas, con la fuente realizada en 1926, que, siendo del siglo XX, respiran el Pontedeume decimonónico.

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