El monasterio de Monfero, Monumento Histórico-Artístico del siglo XII y uno de los 17 monasterios cistercienses que hubo en Galicia, se encuentra en un estado de abandono que inquieta y alarma: en su momento fue un centro de administración territorial y que articulaba todo un territorio a base del desarrollo de vías de comunicación, cultura, arte y nuevos adelantos de la agricultura, ahora, corre la suerte de haber caído en el olvido por parte de las administraciones.
En un intento revitalizar el conjunto arquitectónico, el arzobispado de Santiago de Compostela firmó con la Xunta de Galicia en el año 2003 un régimen de cesión por 100 años, que luego sería corregido a 50 prorrogables, por el cual, este último se encargaría de su cuidado y mantenimiento. La intención en ese momento era conservar y poner en valor el monasterio, poniendo en marcha la prestación de servicios turísticos y culturales. Aunque esta cesión no incluye la iglesia, sacristía, sala capitular, patio, coro ni el campanario, es decir, los usos para el lugar de culto de los fieles.
Por consiguiente, la Consellería de Cultura, Comunicación Social e Turismo lanzó la convocatoria para el concurso de propuestas destinadas a transformar el monasterio en un lujoso hotel-spa de 4 estrellas, con el objetivo de dinamizar el entorno desde un punto de vista turística y, puede que así, frenar el sangrado de la población que sufre el Concello de Monfero desde la mitad del s. XX.
Propuesta diferente
El proyecto que fue ganado por Enrique Blanco Lorenzo y Patricia Sabín Díaz, ambos Doctores por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña. Su propuesta tenía como objetivo principal «aprovechar al máximo este patrimonio, explotar su entorno y utilizarlo para el desarrollo de un turismo de calidad y sostenible». Un proyecto bastante ambicioso al que se presentó gente de fuera de España, incluso.
Lo sintieron como un desafío porque “les tocaba en lo profesional y lo personal”. Decidieron hacer una «propuesta diferente que contemplaba 72 habitaciones y usos propios del hotel como restaurantes, zonas de reunión, congresos, etc., pero con el punto diferenciador de preservar la antigua vida de tres de los claustros y su acceso al lugar de culto».
Sin embargo, todo quedó en un sueño efímero que se vio truncado, por la gran crisis económica originada en 2008 y el cambio en el Gobierno autonómico —con la llegada del PPdeG— que supusieron la pérdida de subvenciones europeas, en un proyecto que estaba presupuestado por 15 millones de euros.
Después de una serie de vicisitudes llegaron al año 2009, momento en que la Xunta llamó a los arquitectos informando de un cambio de planes en el que ya no se contemplaba una intervención global en la edificación, sino parcial, presupuestada en 1,6 millones de euros.

Blanco Lorenzo relata que contaron con una inversión para limpieza y consolidación para fortalecer las estructuras de la edificación: “La bóveda del refectorio tenía unos empujes muy fuertes y se atirantó con unos cables de acero para que el deterioro no fuera a más”.
Ahora, esos trabajos de limpieza y estudio de los paños y muros realizados a comienzos de la pasada década y que duraron un año, se pueden observar a través de unas pequeñas verjas desde donde “se intuyen algunos espacios, pero no se puede acceder a ellos, por seguridad”, explica.
“La pena es que han pasado los años y nadie limpia o mantiene los trabajos de ese momento”, lamenta el arquitecto. Quince años han pasado desde esa intervención, de la que solo quedan a la vista esas verjas, por las que ya trepa la maleza, y una placa explicativa que proporciona la información clave de esos trabajos.

A pesar de que actualmente, no hay voluntad para realizar el proyecto original del hotel-spa, el arquitecto plantea que, «si una ruina debe morir, debería morir con dignidad». Hay dos alternativas, restaurar o rehabilitar, «si no restaura un monumento, se deberían introducir pequeños usos para darle otra vida a la edificación, pero sin quitar a los fantasmas”, es decir, conservar la esencia del lugar donde se enraiza toda la historia del lugar.
«Historia milenaria»
Aunque existen voces críticas como la de Carlos de Castro Álvarez, profesor de Geografía y Historia, sobre la idea de construir un hotel: «No garantiza la inversión permanente que necesita el monasterio, sobre todo en la descomunal iglesia y, por mucho que se diga, no garantiza el disfrute pleno del monasterio por parte de los visitantes ni respeta su milenaria historia».
Desde las leyes de la desamortización en 1835, que significaron el expolio del patrimonio artístico y cultural de la Iglesia en España, se desencadenó una caída en picado en el deterioro del monasterio. Desde entonces, también se han sucedido una serie de intentos infructuosos para detener este deterioro.
Como las contempladas desde los años sesenta hasta los noventa del siglo pasado, dirigidas por Pons Sorolla y Rodríguez Losada, pero que siempre se quedaron en simples tentativas. Ahora, la Xunta de Galicia tiene en sus manos la gestión de un Bien de Interés Cultural al que le debe compromisos de mantenimiento y conservación por un mínimo de respeto a la memoria colectiva de Galicia.

Sin embargo, desde que el boom inmobiliario azotó el país y paralizara las obras del complejo turístico, las responsabilidades para su mantenimiento se van delegando entre Arquidiócesis, titular del inmueble, y la administración autonómica, quien tiene la cesión. Mientras, el Concello de Monfero, activistas y asociaciones culturales piden que se haga algo para frenar este estado de abandono.
Por consiguiente, nos encontramos con un monasterio que vuelve a estar engullido por la naturaleza. Da que pensar que una abadía que en los años de mayor auge llegó a ser de las más poderosas de toda Galicia y ahora, espera un milagro que parece no llegar nunca. Gobiernos cortoplacistas, incapaces de asumir inversiones, dejan en manos de la vegetación las ruinas del lugar donde reposan los restos de la que fue una de las familias más poderosas de Galicia, los Andrade.