Carme Romero crea lápidas de cerámica para «ver o lado bonito a algo tan triste»

La artista de Fene cree que la cerámica es "imapctante" y debe ser una herramienta para hacer denuncia
Carme Romero diseñó con sus manos un busto de Rosalía de Castro | CEDIDA
Carme Romero diseñó con sus manos un busto de Rosalía de Castro | CEDIDA

Carme Romero Díaz (Fene, 1964) es una de las ceramistas más reconocidas de la comunidad autónoma. Desde su rincón con vistas a la ría de Ferrol quiere visibilizar, a través del arte, el trabajo de las mujeres, así como las leyendas y tradiciones de Galicia, tanto las más populares como las más ocultas. Desde 1991 se dedica con tesón a esta arte tan complicada y poco valorada por las insituciones.

La artista quiso dedicarle a su padre un regalo muy especial, como también hizo con sus abuelos. Por eso, tienen las lápidas más originales que se han visto nunca en un camposanto. Y es que Romero busca romper con esa imagen «tan triste» de sepulcros negros. «En Galicia convivimos coa morte dun modo natural. As nosas lendas non falan de inferno, senón de purgatorio», reivindica.

Lápida que Carme Romero dedica a su padre | CEDIDA

La de su progenitor la decoró con su huerta, su espera año trasaño al atardecer en el medio de la ría, los pájaros, la música, el mar y su sentido del humor en forma de arcoiris. Es el paisaje que se ve desde su casa, con su colorido cerezo, el árbol más antiguo de su finca. «Meu pai era moi neno e esta é a miña maneira de falar del», sostén Carme, que conta que «así xurdiu algo tan bonito nalgo tan triste», porque quiere ver ese lado más amable, el de su recuerdo.

Le gustaría, además, dedicar una escultura en el cementerio a los niños que desgraciadamente ven su final sin llegar a la edad adulta, ya que antiguamente se enterraban casi a las escondidas porque se morían sin bautizar. «Unha cousa tan terríbel como que se che morra un fillo e tíñalo que facer a escondidas», detalla.

Homenaje a las mujeres

Algunas de las colecciones más características de su creación son «Mulleres mariñas», «Mulleres árbores» o «Meigas sabias e mulleres boas», sobre las ‘menciñeiras’ gallegas. Con esta, quiere visibilizar el papel de estas mujeres, «que eran casi médicas cando a menciña non estaba ó alcance de todos» y hacer frente a la imagen de «esa meiga mala, de Halloween, que nos invadiu» popularmente.

Carme Romero dedica a las mujeres gran parte de su obra | CEDIDA

Las féminas se convierten así en el centro de su obra porque están «menos visualizadas» que los hombres y por la carga que tienen. «Levamos moitas cargas enriba, dende a familia e os coidados ata o ter que compatibilizar o traballo de creadras con outros. Non hai igualdade», lamenta la artista, quien explica que, además, las mujeres la inspiran y le gustan esteticamente por su redondez. «A cerámica ten que ser redonda, porque senón rompe», explica.

«Cando me documentei sobre as ‘menciñeiras’ custoume atopar documentación seria sobre iso. De feito, tiveron que mandarma dende Santiago», asegura Romero, que considera que estas sanadoras, por el hecho de ser mujeres, están menos valoradas en la sociedad y no fueron muy estudiadas desde el punto de vista científico.

Un trabajo duro

«Definiríame como creadora, porque me gusta crear, facer cousas difíciles e poñerme retos. Con esta forma de traballar case non teño limitacións», recalca de forma contundente Carme, quien saca adelante con dedicación y empeño una labor tan complicada como la cerámica, a la que se dedica desde el año 1991.

En un taller de Madrid, donde residió hasta el año 2011, se volcó con pasión en este mundo. En 2014 hizo un curso en Lugo de Pérez Porto, que trabajó muchos años con Isaac Díaz Pardo. «Foi un antes e un despois porque ese concepto e esa maneira de traballar a cabeza abriuse como un mundo a nivel de poder á hora de enfrontarme o traballo», rememora.

Carme da clases de cerámica en la escuela Muíño Rio Va | CEDIDA

Lo hace pese a ser consciente de que este arte no tiene la valoración que se merece. «Para expoñer  cerámica non se ten ningunha consideración polo volume das cousas que hai que trasladar. É custoso facer unha mostra», indica haciendo hincapié en el esfuerzo que le supone. Tener un horno apropiado, dibujar tridimensionalmente y cocer las piezas sin que se rompan no es tarea fácil.

«Tiña que ter más consideración a nivel institucional», reflexiona la escultora. No es un problema del público, pues la gente «aprecia o traballo á hora de expoñer». Sin embargo, es complicado conseguir un lugar para hacer sus exposiciones, pues en ocasiones tardan años en concederlos. Esto se convierte en un inconveniente para almacenar su gran obra. «Se tes un local grande podes gardar as túas cousas. Se non, é imposíbel», revela.

Romero cuenta leyendas gallegas con sus mujeres árboles | CEDIDA

 

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