Desde hace tres décadas, uno de los anhelos de Ferrol ha sido poder abrir el centro de la ciudad, el barrio de A Magdalena, a la ría. Lo que en tiempos del exalcalde socialista Vicente Irisarri se acuñó como “Abrir Ferrol al mar”, uno de los lemas de su campaña que lo auparon a la alcaldía en 2007, con todos los matices que ese eslogan tiene, ha sido un objetivo recurrente en la política local a lo largo de los años.
Un eslogan muy potente y con una gran capacidad de movilización emocional entre los vecinos, ya que ha consistido, históricamente, en derribar un muro que separa el centro histórico de la ciudad del Arsenal Militar. Con la carga emocional que eso tiene. Los ferrolanos siempre han visto en este proyecto una acción no solo urbanística, sino, de alguna forma, liberadora.
En el año 1761 el Arsenal de Ferrol fue cercado por una muralla de piedra y un foso, que protegía a la flota real en la ría, y que lo cerraba desde el puerto de Curuxeiras hasta el Real Astillero de Esteiro. Una muralla que terminó de crecer en el siglo XIX hasta Caranza, como una sombra que introdujo aún más oscuridad entre la vida militar y la civil.
Derribos parciales
No fue hasta la década de los noventa cuando, bajo el mandato del exalcalde Manuel Couce Pereiro, se logró derribar la primera parte de ese muro. El mensaje “Alcalde, tira la muralla”, que había sido pintado en la tapia, se convirtió en un símbolo de la promesa que el alcalde socialista, —que llegó al poder tras una moción de censura—, había hecho a los ciudadanos. Finalmente, en diciembre de 1993, cumplió —parcialmente— esa promesa al derribar el primer tramo de la muralla, permitiendo a los ferrolanos contemplar parte de lo que había tras esa pared.
Se derribaron 242 metros de muralla situados en Esteiro, entre la antigua puerta del astillero y la actual, reemplazándolos por una verja de hierro fundido. Aunque este pequeño tramo no comprometía la seguridad de las instalaciones, sí ofrecía a los ferrolanos y ferrolanas un rayo de esperanza para alcanzar el tan ansiado proyecto, permitiéndoles descubrir parte de las dependencias de la antigua Bazán, hoy Navantia Ferrol.
En 1997, el Partido Popular eliminó otro tramo del muro a la altura de la Sala de Armas, en el antiguo Cuartel de Instrucción. Y en 2002, el Bloque Nacionalista Galego, se inició la apertura de un nuevo segmento en el área de Herrerías. En ambos caso se sustituyó ese muro opaco por una verja que acercaba el mar visualmente. Ya en 2005, con la rehabilitación del entorno del foso del Arsenal, en lugar de destruir el muro por completo, redujeron su altura de cinco a tres metros en esa zona.
El tramo más sensible
Pero el tramo que históricamente ha estado en el punto de mira de todos los equipos de gobierno que han pasado por la plaza de Armas, ha sido el tramo de Irmandiños, el que transcurre paralelo a la calle de la Iglesia y pasa junto a edificios tan simbólicos para Ferrol como la concatedral de San Julián o el Mercado, emparedándolos parcialmente y dividiendo la ciudad en dos: la urbe civil y la militar. Y es que de murallas para adentro, el Arsenal bien podría considerarse una pequeña urbe.
Es cierto que el diseño urbanístico de Ferrol adolece de una conexión más natural con el mar, a pesar de los miles de metros cúbicos ganados a la ría en el entorno de Ferrol Vello y A Malata. Pero no es menos cierto que la parte que históricamente ha centrado esta clamorosa demanda ciudadana es la que transcurre por el muro. Derribar la muralla de Irmandiños y destapar las vistas a la ría ocultas durante 263 años.
Fue otro regidor socialista, Vicente Irisarri, el que volvió a poner sobre la mesa este ambicioso proyecto urbanístico en la campaña electoral de 2006. Durante su mandato logró elaborar un proyecto que consistía en quitar seis de las diez secciones del muro que van desde el teatro Jofre hasta la puerta del parque, pero conservando cuatro secciones y las pilastras, que mantendrían ese “toque histórico”. Y en lugar del muro, se pondría una verja traslúcida de unos cinco metros de alto, con una base opaca de metro y medio.
Irisarri llegó a obtener la interlocución del ministerio de Defensa que, aunque propuso un proyecto que fue bien recibido, no logró concretar fechas para el derribo antes del cese de su mandato. Por lo que no fue hasta el que llegó el último alcalde socialista, Ángel Mato, cuando el Gobierno del Estado dio el sí definitivo durante una visita de la ministra del ramo, Margarita Robles.
Vuelta a la agenda
De esta forma, “Abrir Ferrol al mar” volvió a estar en la agenda mediática, política y social. Y los ferrolanos vieron por fin la luz al final del túnel o, mejor dicho, tras el muro del arsenal. El actual gobierno de José Manuel Rey Varela recogió el testigo de este proyecto ya avanzado y siguió trabajando en él, arrastrado por la inercia de las actuaciones de los años anteriores.
Sin embargo, la potencia de este eslogan y de su simbolismo para el imaginario de los vecinos y vecinas de Ferrol ha llevado al PP a convertirlo en un paraguas bajo el que cabe casi cualquier proyecto que linde geográficamente con la ría de Ferrol. El regidor popular está exprimiendo, con la ayuda financiera e institucional de la Xunta, un eslogan que, si por algo se caracteriza, es por contar con el apoyo casi unánime de todos los ciudadanos.
Crear carriles bici, aparcamientos disuasorios y zonas peatonales, son proyectos necesarios que se han integrado de alguna manera bajo este paraguas propagandístico. El propio Rey Varela firmó un convenio con el nombre de “Abrir Ferrol al Mar” con el presidente gallego Alfonso Rueda, valorado en 11 millones de euros y que contempla cinco puntos de actuación agrupados en tres tramos. Pero solo uno de ellos, la rebaja de la muralla del Arsenal, supondrá realmente abrir Ferrol al mar. Y, pese a lo que imaginan muchos, tampoco lo abrirá tanto. Tras el muro se despliegan varias filas de talleres y naves propiedad de la Armada, que seguirán interponiéndose entre la ciudad y la ría.
Obras de la fachada marítima
De hecho, la única zona de Ferrol en la que se podría abrir realmente la ciudad a los vecinos y vecinas, sería la que transcurre por la Carretera Baja del Puerto. Precisamente ahí, la Autoridad Portuaria acaba de finalizar la primera parte de una obra que está muy lejos de cumplir con el manido eslogan. Ha consistido en el retranqueo de dos metros de la valla de seguridad, la construcción de un carril bici de 750 metros que va desde A Malata y el extremo este de la muralla baluarte de San Xoan, la ampliación de la zona peatonal en unos 5 metros y la construcción de un aparcamiento. Pese a eso, la ría seguirá oculta tras varias naves industriales.
Lo mismo ocurrirá con los demás proyectos, como la construcción de tres aparcamientos: uno en Esteiro con 200 plazas, donde se ubica el actual parking de Navantia, y otros dos en el barrio de Caranza: uno frente al conservatorio y otro cercano al auditorio. O la creación de una segunda playa en Caranza mediante el acondicionamiento de un arenal entre el conservatorio y el espigón.
Aunque algunos son muy demandados y favorecerán la humanización de ciertas zonas —como es el carril bici que transcurrirá a lo largo de todo el trazado, de Curuxeiras a Caranza— o dotarán de nuevos servicios a diferentes barrios, ninguno devolverá a la ciudad su conexión natural con el mar. Queda lejos en el tiempo y quizá también en la voluntad política poder abrir realmente Ferrol al mar.