El oficio del anticuario es rescatar piezas de épocas pasadas relegadas al olvido y mantener vivo esa parte del acervo cultural de un lugar. Estos marchantes de antigüedades ayudan a conservar el vínculo con las raíces de una comunidad, una labor que también desempeñan los arqueólogos. Para ellos, sin embargo, se trata de un “vicio que se convierte en adicción”, según Suso Vázquez Montero, anticuario de Ferrol. Comenzó en el mundillo antes de que entrara el Internet en España. Por aquella época empezó a visitar anticuarios y a colaborar con gente que quería comercializar o conseguir piezas, ofreciendo incluso piezas a museos para su exhibición. Poco a poco se fue enganchando a un vicio que fue creciendo poco a poco: “Se te mete el bicho en el cuerpo y ya estás muerto”.
En ese sentido, el dueño de El Anticuario de Ferrol, diferencia entre coleccionistas y anticuarios. Aunque ambos grupos tengan la afición de comprar antigüedades, los coleccionistas disfrutan con el hecho de adquirir y conservar, de “acaparar”, es decir, que no las venden. Sin embargo, los anticuarios entienden la tendencia del mercado. Usan su ojo clínico para evaluar y comprar artículos para posteriormente ponerlos a la venta: “Tratamos de acompañar a los hogares y a las familias en el tipo de cosas que les pueden gustar”.
“Muchas cosas antiguas son espantosas”
Suso ha notado un cambio de tendencia en el sector, “hace 15 o 20 años, el mercado estaba más marcado porque las cosas antiguas se vendían solo por el hecho de ser antiguas, cuando tiene más de 100 años”. Pero el experto advierte que ya no funciona así, “los jóvenes nos habéis enseñado que hay muchas cosas antiguas que son espantosas”. En ese sentido, hay piezas de Ikea de los años 60 y 70 que se están subastando por mucho dinero. Pero también de los 90, ya que son unos muebles difíciles de encontrar porque no aguantaban una mudanza; era más fácil tirarlos a la basura que trasladarlos y comprarlos nuevos.
Aclara que cada cliente tiene sus prioridades y que cada generación unos intereses distintos. Antes la gente se casaba y formaba una familia antes, pero también el modo de vida influye porque las viviendas eran más grandes, con techos más altos. Los chicos son más altos y las lámparas de cuelgue ya no tienen tanto público. Pasa lo mismo con los juegos de café, que son colecciones que “están un poco paradas”.
Suso comenta que es porque las generaciones más nuevas son “algo brutas” y cuando invitan a los amigos a café “les ponen una taza de Ikea”, lamenta que poco a poco se haya ido perdiendo parte de esa liturgia y del “ecosistema que se genera en las visitas a las casas, pero que se debe conservar”.
Ferrol Cosmopolita
Por otro lado, en “Ferrol también se encuentra de todo, es un paraíso para las antigüedades” porque en el siglo XVII era la ciudad más grande de toda Galicia y ha tenido la ventaja de ser la ciudad más cosmopolita de Galicia. Cuenta que la ciudad siempre ha tenido esa mezcla y riqueza cultural que ha ayudado, “pero es que, además, la mujer ferrolana tenía un gusto exquisito y ha sabido conservar piezas que no se ven en otras partes de Galicia o de España”. Afirma que hay que dejar de compra libros o perfumes: “A los amigos y amigas hay que regalarles lujo, si no no regales”. Y que se pueden regalar lujos teniendo un presupuesto ajustado, “lo caro no tiene que ver con lo lujoso, el lujo es algo irrepetible, lo caro es caro”, asegura. “Un futbolista puede comprar diez Ferraris que son carísimos, sí, pero el verdadero lujo es comprar un artículo que tengo yo en mi tienda que es irrepetible y que puede costar 140 euros. Eso es un lujo. Lo otro es un hortera con pasta”.