Hildegart: la niña “experimento” asesinada por su madre ferrolana

En 1933 Aurora Rodríguez mataba de cuatro disparos a su hija, conocida como "La Virgen Roja", concebida como proyecto para ser el modelo de mujer del futuro

Hildegart y Aurora Rodríguez Carballeira

La trágica historia de Hildegart Rodríguez Carballeira ha vuelto a despertar interés tras el estreno el 27 de septiembre de “La Virgen Roja”, dirigida por Paula Ortiz y con Alba Planas y Nawja Nimri en los papeles principales. Aunque a comienzos del siglo XX se trató de uno de los crímenes más impactantes de España, hoy, la figura de Hildegart ha quedado en gran medida olvidada. Su madre y verduga, una gallega obsesionada con crear a una líder revolucionaria que liberara a las mujeres y al proletariado, educó a Hildegart bajo un estricto control. Sin embargo, cuando la joven comenzó a tomar sus propias decisiones, su madre no pudo aceptar su independencia y en la madrugada del 9 de junio de 1933 acabó con su vida disparándole cuatro veces.

La filicida nació en Ferrol, el 23 de abril de 1879, en una familia acomodada de ideas progresistas. Su padre, Francisco Rodríguez Arriola, fue Procurador de los Tribunales de Marina en Ferrol y abogado del Tribunal de Primera Instancia, y su madre, Aurora Carballeira López, influyó en su educación y visión social avanzada. Criada en un ambiente intelectual y progresista, Aurora adoptó desde joven ideas radicales sobre el feminismo y la eugenesia, que la llevaron a concebir a su hija, Hildegart, como un experimento social destinado a crear la “mujer del futuro”.

 

Hildegart dando un mitin socialista en Erandio (Vizcaya) en 1931

 

Para ello, seleccionó meticulosamente al hombre que sería el padre de Hildegart, solo como “colaborador fisiológico”, asegurándose de que su aporte genético cumpliera con los requisitos que ella había estipulado. El nacimiento de Hildegart en 1914 fue el inicio de este experimento vital, un proyecto que más tarde se revelaría insostenible.

Control obsesivo

Desde su más tierna infancia, Hildegart fue sometida a una estricta educación que rozaba lo inhumano. Aurora se encargaba de todos los aspectos de su vida, desde su alimentación hasta su educación, aislándola del mundo exterior. La niña no jugaba con otros niños y sus únicos contactos sociales eran adultos del círculo intelectual y político de su madre. No obstante, el intelecto precoz de Hildegart floreció: aprendió varios idiomas, dominó el piano y se convirtió en una prolífica escritora antes de cumplir los quince años. A una edad en que muchos jóvenes están empezando a explorar el mundo, Hildegart ya publicaba artículos en destacados medios y se codeaba con figuras intelectuales de la talla de H.G. Wells y Havelock Ellis.

Sin embargo, la vida de Hildegart era, en muchos aspectos, una contradicción. A pesar de su discurso vanguardista sobre la liberación sexual de la mujer, su vida personal era una prisión. Aurora, misógina a pesar de sus ideales feministas, veía en el sexo una trampa para las mujeres, y educó a Hildegart bajo una estricta represión sexual. Hildegart, virgen hasta su muerte, defendía en sus escritos la separación entre el deseo sexual y la procreación, una liberación que ella misma nunca pudo experimentar.

Distancia ideológica

Mientras su carrera política e intelectual ascendía, las tensiones con Aurora comenzaron a intensificarse. Hildegart, que había sido formada como una extensión de los ideales de su madre, comenzó a distanciarse de las férreas expectativas de Aurora. En 1932, rompió con el Partido Socialista, decepcionada por lo que consideraba una falta de compromiso con la verdadera causa de la igualdad de género. Esta independencia ideológica fue acompañada de un deseo de independencia personal, lo que supuso el inicio de su conflicto más profundo con su madre.

 

Aurora no soportaba la idea de perder el control sobre la creación a la que había dedicado su vida. Hildegart ya no era solo una joven prodigio o una futura líder feminista; se estaba convirtiendo en un individuo con sus propios deseos y ambiciones, algo que Aurora interpretó como una traición. Los rumores de una posible relación sentimental entre Hildegart y el escritor socialista Abel Velilla fueron la gota que colmó el vaso para Aurora, quien no podía aceptar la posibilidad de que su hija se apartara de los objetivos para los que había sido concebida. La posibilidad de que Hildegart se marchara a Londres, donde había recibido varias ofertas de trabajo, exacerbó aún más el temor de Aurora de perderla.

Asesinato

El 9 de junio de 1933, la tragedia se consumó. Aurora, en un estado de aparente calma, disparó tres veces en la cabeza y un en el corazón a su hija mientras dormía en su casa de la calle Galileo de Madrid. Después se dirigió a un amigo abogado para entregarse, alegando que había cometido el asesinato para salvar a Hildegart de los supuestos hombres que querían utilizarla para sus propios fines. En el juicio que siguió, la defensa intentó presentar a Aurora como una mujer mentalmente perturbada, pero ella se resistió a esa interpretación. Para Aurora, lo que había hecho no era el acto de una madre enloquecida, sino el sacrificio final en nombre de un ideal en nombre de un ideal que no podía permitirse fracasar.

Nunca mostró arrepentimiento por el asesinato, afirmando que lo repetiría. Condenada a 26 años, pasó la mayor parte de su pena en el centro psiquiátrico de Ciempozuelos. Aunque se creyó que había desaparecido durante la guerra, su historial médico reveló en 1977 que murió de cáncer el 28 de diciembre de 1955, siendo enterrada en una fosa común.

 

El cadáver de Hildegart Rodríguez Carballeira
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