“Las familias que trabajaban en la factoría y en los barcos subsistían como podían”, y Gelines entró a trabajar “en el año 1952, a los doce años, muerta de hambre y muerta de frío“. Su madre tenía cinco hijos e hijas y no podía mantenerlos a todos debido, en gran parte, a que enviudó muy joven. Así que la pequeña Gelines ayudaba en casa a vender el pescado que su madre compraba a los marineros en las escaleras del muelle, “si no se lo quitaban antes los carabineros”.
Porque ella nació “en el muelle, muelle”, en la calle de los Mártires, donde sigue viviendo. Gelines es una entusiasta de su barrio, de Ferrol Vello, y es aquí donde quiere que esparzan sus cenizas. “Quiero quedarme en mi barrio donde las pasé canutas, pero donde también lo pasé estupendamente”.
Y en la PYSBE, Gelines encontró otra familia, donde sus compañeras y ella trabajaban ocho horas diarias, divididas en cuatro por la mañana y cuatro por la tarde, pero las trataban “como esclavas, haciendo unas labores durísimas por un salario que era una miseria y con unas condiciones penosas”.
“Los bacalaos eran más grandes que yo”
“Había que desestibar bacalaos que eran más grandes que yo, lavarlos y ponerlos a secar en las carrilanas para meterlos en los secaderos. Luego cargábamos las carrilanas y pasaban por unos túneles y salían a embalaje”, cuenta Gelines mientras extiende los brazos para mostrar el tamaño de las piezas que manejaban.
Pero llegó un momento en que las condiciones se volvieron inaguantables. En el año 1967, cansadas de las migajas y las malas condiciones que recibían por parte de la empresa, decidieron convocar un paro cuando la administración presentó un plan de emergencia para despedir a 230 empleadas, lo que provocó graves disturbios.
La octogenaria, que continúa a día de hoy con una energía inagotable, recuerda cómo ella y sus compañeras se plantaron, y formando una cadena humana recorrieron las calles ferrolanas desde el muelle hasta la Plaza de Armas, donde las esperaban los policías que habían sido avisados por la PYSBE en cuanto abandonaron su puesto de trabajo.
Enfrentamiento a la policía
Allí mostraron su resistencia enfrentándose a unos “gorilas” que la agarraron del cuello de la chaqueta mientras otro policía la golpeaba por todo el cuerpo con la porra. “La paliza que me dieron…”, recuerda. Así, las fuerzas policiales intervinieron enérgicamente contra los trabajadores, resultando en graves enfrentamientos con heridos y arrestos.
Por desgracia, no pudo evitar los dos años de cárcel que le impusieron, junto con otros 13 trabajadores de Bazán. Los titulares de la época decían: “Catorce ferrolanos juzgados ante el Tribunal de Orden Público en Madrid. Acusaciones: manifestación no pacífica, propaganda ilegal e insulto a la autoridad”.
Cumplió la mitad de la condena en la cárcel de Ferrol y la otra mitad en la de A Coruña. Después se fue a París, donde pasó 20 años trabajando en la fábrica de perfumes de Dior y en el conocido Hôtel Lutetia, situado a pocas calles de la Torre Eiffel, como camarera de pisos. Regresó a su Ferrol natal, ya retirada, dominando el francés a la perfección y cobrando la pensión del país galo, que es gracias a la cual vive, ya que “la de la PYSBE, entre la mía y la de mi marido, no me llega a nada”.