“Cuando veo un color, mi cerebro lo relaciona automáticamente con una nota musical”. Así describe Eva Cayetana Somolino Olmo su experiencia con la sinestesia cromática, una rara condición neurológica que afecta a menos del 5% de la población mundial. Esta peculiaridad le ha permitido desarrollar un proyecto innovador donde quiere mostrar cómo “la música sinestésica basada en obras de arte puede ralentizar la neurodegeneración y evitar el avance del Alzheimer de una manera no invasiva”. Para ello, está reuniendo fondos para financiar la beca que ha conseguido en el Marcus Institute de la prestigiosa Universidad de Harvard, y que será tutorizada por el neurólogo Álvaro Pascual-Leone.
Eva, ferrolana de 23 años, explica que la sinestesia ocurre cuando, en la etapa de formación cerebral durante el primer año de vida de un ser humano, el proceso conocido como “poda neuronal” no separa completamente dos sentidos que quedan interconectados. En su caso, la vista y el oído. “Para mí, todo es música”, señala. Describe cómo esta condición, unida a su formación musical desde los cinco años en viola en piano y en Historia del Arte, le han dado la capacidad de componer bandas sonoras para cuadros basadas en sus colores.
La sinestesia como terapia no farmacológica
Eva ha desarrollado su empresa personal y profesional, AcercArte, con la que “busca la inclusión sociocultural” de personas con autismo, discapacidad intelectual o neurodegenerativas. A raíz de ahí surge este nuevo proyecto de investigación sobre para tratar a pacientes con Alzheimer en fase preclínica. “Es la forma más común de demencia y representa entre el 60% y el 80% de todos los casos; está demostrado que la estimulación cognitiva puede retrasar su avance”, afirma.
Propone durante diez meses sesiones semanales en las que los participantes improvisan música, cantan y comparan obras de arte mientras escuchan las bandas sonoras que ella misma ha creado, todo con el fin de estimular su cerebro de manera efectiva y sencilla.
Más de un centenar de pacientes
El proyecto se desarrollará con la colaboración de Bitbrain, una empresa de neurotecnología que proveerá la tecnología para medir los cambios cerebrales de los pacientes. “Al inicio y al final del estudio, haremos un examen neurológico con cascos EEG para comparar y analizar los resultados”, explica Eva. La investigación se centrará en 130 pacientes divididos en dos grupos: uno de control y otro que recibirá la terapia basada en la sinestesia.
El camino hasta llegar aquí no ha estado exento de dificultades: iba a llegar a Boston en octubre de 2024, pero ha tenido que retrasar el inicio de la investigación a octubre de 2025 para poder buscar los fondos necesarios para desarrollar la investigación —casi 100.000 euros—. “Es una cifra pequeña para tratarse de Harvard y para lo que significa el proyecto, pero una barbaridad para mí”, confiesa. Por eso, cualquier persona que esté interesada en colaborar con el proyecto, puede ponerse en contacto en el correo electrónico [email protected].
Para Eva, lo más importante es que su proyecto llegue a quienes más lo necesitan. “Es una terapia que podría hacer cualquiera, desde casa, con actividades sencillas. El potencial es enorme”, asegura. “El objetivo es conseguir mejoras en el estado de ánimo, el recuerdo autobiográfico, la fluidez verbal, aspectos conductuales, así como reducciones de la ansiedad y del envejecimiento cerebral”.