Tres décadas después, el reloj de la Casa Consistorial de Valdoviño volvió a marcar la hora, una auténtica hazaña obra del maestro relojero Fernando Riobó, que desde hace mes y medio acude casi a diario para trabajar en la maquinaria. Una joya de 1969, adquirida por el Concello en Cataluña. Se dice que costó 69.600 pesetas de la época, y que para afrontar el pago la Administración local tuvo que pagar un crédito durante entre cinco y diez años.
El reloj cuenta con una máquina híbrida BLASCO 2 de una fábrica tarraconense, única en Galicia y de las pocas que quedan en España. Su importancia era clave en aquella época, tal y como subraya Fernando, que recuerda que por aquel entonces era la única forma de orientar las horas, junto con las tradicionales campanas. Había contados relojes de mano, sólo al alcance de aquellos más pudientes, y los que lucían en algunas iglesias. Hoy, con una realidad muy diferente, su valor reside en su historia, y forma parte del patrimonio cultural del municipio.
Su recuperación se la debemos a Fernando Riobó, profesional con más de 35 años de experiencia, formado en la casa Casio como relojero y técnico en electrónica, y con negocio propio en Ultramar, relojería que lleva por nombre su apellido. Tras veranear una década en Valdoviño, fija en el municipio su residencia permanente tras la pandemia y hace unos meses, coincidiendo con su empadronamiento en Lago, decide plantearle al alcalde, Alberto González, poner en marcha de nuevo el reloj. Y así fue.
Comenzó estudiando la vida del reloj, especialmente para encontrar aquellas piezas que era preciso reponer. A partir de ahí, cada día fue un análisis de problemas, ideando ingeniosas soluciones para cada uno de ellos. En este mes y medio ha estado grabando el día a día del reloj para controlar su ritmo y procurar ajustes y hasta hoy, ya con el reloj en fase de pruebas, continúa el análisis concienzudo y el trabajo meticuloso.