Uniones de ayuntamientos

El 20 de febrero el despliegue informativo del referéndum que aprobó, con suspense, la unión de los municipios de Don Benito y Villanueva de la Serena (Badajoz) fue espectacular. El resultado, superando el 66% necesario para validar la unión, se celebró con un despliegue de twitters ilustres, entre los que no faltó el del presidente de gobierno.

Los medios de comunicación, desde meses antes, incluso antes de su aprobación en el Consejo de Ministros, habían calentado motores, seducidos por un proceso que aparentemente no tenía nada de particular, si exceptuamos que se ha convertido en algo inusual, el hecho de que se optó por un proceso de decisión popular, que las dos localidades estuviesen separadas por 8 kilómetros de distancia o que las nuevas cifras, de población y económicas, convertirían al municipio en el tercero de Extremadura.

El éxito mediático de esta unión contrastó con la frialdad informativa de las uniones en Galicia de Oza dos Ríos-Cesuras, realizada en el 2013, y Cotobade-Cerdedo, del 2016, únicos municipios fusionados en toda España hasta 2022, después de las uniones históricas.

Es evidente que el poblamiento concentrado extremeño es muy distinto de lo que sucede en Galicia, donde un núcleo central, se encuentra rodeadas de un poblamiento disperso o intercalar, lo que hace que se puedan platear uniones entre dos capitales de concello separada por 15 kilómetros, como es el caso de Cotobade-Cerdedo (5,9 kilómetros para Oza dos Ríos-Cesuras), pero lo que realmente diferenció a un proceso de los otros fue el hecho de que en Galicia, en ambos casos, se hizo sin consulta popular, como una negociación entre alcaldes afines, con una mirada escéptica por parte de los vecinos, circunstancia de la que los alcaldes extremeños debieron de tomar buena nota.

 Un proceso tortuoso

El municipalismo actual es hijo de las Cortes de Cádiz, que, a trompicones, debido a la oposición absolutista, no se consolida hasta el decidido empuje que supone el Real Decreto de 23 de julio de 1835. En Galicia en realidad no comienza a asentarse hasta 1845. La legislación que pretendía el establecimiento de ayuntamientos constitucionalista se adaptó mal a la realidad gallega, puesto que un municipio era un núcleo compacto de población cuyo ayuntamiento debería gobernar un término municipal.

Y en Galicia (también en el norte peninsular) lo que había eran distritos formados por agregación de feligresías, verdaderas unidades básicas del ordenamiento territorial que hundía sus raíces en el medievo. El proceso, tutelado por las Diputaciones, fue realmente caótico. Desde los comienzos, pero sobre todo desde 1835, hubo nacimientos y supresiones de concellos, cambios de denominación de los mismos, cambios de la capitalidad e intercambio de feligresías sin cuento, en muchos casos porque la jurisdicción eclesiástica no se compaginaba bien con la civil.

En cada cambio político y ley (1840, 1945, 1856, 1868, 1877) se avivó el rescoldo de la remodelación de un mapa de concellos hecho con precipitación, suscitando cambios de todo tipo; alguno de ida y vuelta, como el que determinó momentáneamente, en 1868, la incorporación de Vilarmaior a Pontedeume. La administración central y las diputaciones siempre abogaron por concellos grandes por considerar que podían gestionarse con más recursos y personal más instruido, pero fue sensible a las peticiones vecinales, que en aquellos momentos no eran algo muy distinto del interés de las élites locales. Pero es difícil entender algunas decisiones sin el peso de la Historia.

La separación entre Pontedeume y Cabanas (llamado en un primer momento concello de S. Martín do Porto, lo que ponía entonces de manifiesto su poca entidad de población), solo se explica por haber pertenecido a distintas realidades administrativa: Pontedeume, cabeza de un alfoz fragmentado, cuya diáspora explica la aparición de distintos concellos; Cabanas, perteneciente al coto jurisdiccional del monasterio de Caaveiro, cuya considerable extensión determina la aparición en su seno del concello de Caaveiro, llamado desde 1837 de A Capela.

El peso de la Historia que explica también, por ejemplo, la aparición de los concellos de Monfero, Caamouco, luego Ares (antiguas tierras de arzobispado de Santiago), y Mugardos (feligresía del alfoz de Ferrol, luego donado al convento de Montefaro); pero sobre todo explica la irracional aparición en 1821 del concello S. Cosme de Nogueiosa por el mero hecho de haber formado un coto independiente, circunstancia que se corrige en 1835 con su incorporación a Pontedeume.

Todavía en el siglo XX hubo algunas supresiones y creaciones que alteraron algo el mapa fijado a mediados del siglo XIX. En 1900 había 323 concellos, que pasaron a ser 313. Desaparecen 18 (Oza, Conxo, Serantes, Enfesta, Vilameá, Vilaodrid, Freás de Eiras, Vilameá, Canedo, Moreiras, Vilanova dos Infantes, Acebedo do Río, Bouzas, Carril, Vilaxóan, Xeve, Lavadores y Pontesampaio; y aparecen 8 (Pontecesures, Mondariz-Balneario, Ramirás, Rábade, Negueira de Muñiz, Ribeira de Piquin, A Pontenova y Cariño).

 ¿Por qué no Pontedeume-Cabanas?

En la actualidad la Xunta de Galicia busca incentivar las uniones de concello con reparto de fondos, las cuales deben hacerse según la ley de 7/1985 de 2 de abril, Real Orden 1690/1986 de 11 de junio y ley 5/1997 de 22 de junio.

¿Por qué no Pontedeume-Cabanas? Tal unión supondría crear un concellos, por volumen de población, situado en el puesto 51 (en estos momentos Pontedeume está en el 71; Cabanas en el 148), con un capacidad de financiación muy superior.

Quienes anualmente nos visitan han decidido ya desde hace mucho tiempo: se alojan en Pontedeume y en Cabanas, van a la playa de Cabanas y comen en sus restaurantes, acuden al Feirón de Pontedeume, compran en el mercado y en sus tiendas, indistintamente en sus farmacias y estancos, se sientan a tomar algo en sus terrazas, visitan sus monumentos, y todo ello yendo y viniendo por un puente que une más que separa, sin saber que cambian de concello.

En 1948, nada más tomar posesión, intentó la unión el alcalde de Pontedeume, Juan Sarmiento, natural de Cabanas. La propuesta enviada por el alcalde de Pontedeume fue aprobada por la corporación de Cabanas, presida por el alcalde Ramiro Fuentes Anca, añadiendo a las contrapartidas que se concedían la consideración de la parroquia de Larage como casco urbano y la construcción de los caminos vecinales de Fontefría a Limodre y de Lavandeira a Javariz.

Las corporaciones hacen público el acuerdo en el Boletín Oficial de la Provincia, para que pudieran plantarse las alegaciones oportunas. Ninguna hubo por parte de los vecinos de Pontedeume y sí numerosas por parte de distintos colectivos de Cabanas, lo que llevó a la paralización del proyecto. Un proyecto, añadamos, muy ambicioso que preveía la construcción de viviendas de pescadores, y la hoy inconcebible desecación y canalización de parte de la ría.

 

Carlos de Castro Álvarez es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Valladolid. Profesor de Geografía y Historia en el IES Breamo de Pontedeume. Cofundador de la revista Cátedra, Revista eumesa de estudios y de la editorial Espino Albar.
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