En un domingo soleado en Cambados, Festa do Albariño. Aparece en escena el señor Feijóo, acompañando del presidente de la Xunta “a dedo”, el señor Rueda.
Alguien pide al señor “presidente a dedo” que se retire del tiro de cámara. El año pasado las declaraciones de Feijóo en el mismo escenario recogían al señor Rueda como guardaespaldas perpetuo. Este año, no. En breve habrá elecciones autonómicas en Galicia y el candidato del PP tiene que parecer un mirlo blanco, sin mancha, inmaculado. Seguir tan pegado a la espalda de su mentor y amigo, no favorece a sus intereses. El señor Rueda se echa a un lado, juega con sus brazos hasta que encuentra una posición cómoda para sus manos, y se mira la bragueta. Un gesto espontáneo.
Comienzan las declaraciones del señor Feijóo en un tono extraño para los que estamos acostumbrados a escucharlo aquí, en Galicia. Cuando habla, intenta disimular su acento gallego impostando un extraño acento mesetario, o al menos lo intenta. Digo lo intenta porque es una extraña combinación. Hace que acentúe su chulería habitual.
Muy en su papel, entona una serie de amargas decepciones con el partido “sanchista” insultando a casi ocho millones de votantes socialistas. Un poco de respeto, seño Feijóo. Los votantes socialistas votan a Sánchez justamente porque creen en sus políticas y para que él sea presidente del gobierno y no usted. En medio de su discurso bajo el sol abrasador, comienzan a saltar los teletipos (el teletipo famoso todavía seguimos esperándolo). Las alertas de agencias y digitales comienzan a lanzar un titular: “VOX se abre a apoyar al PP sin entrar en el Gobierno para evitar la investidura de Sánchez”. Qué hermosa casualidad, ¿verdad? No se nota nada que estaban sincronizados.
Comienza entonces Feijóo a hablar sobre un gobierno con él al frente, en solitario, un gobierno “constitucionalista” ¡cómo si los demás gobiernos de la democracia no lo hayan sido! Feijóo cree que es la reencarnación del Apóstol Santiago, a lomos de su caballo blanco, dispuesto a defender el imperio del cristianismo del “socialcomunismosanchismo”.
Abascal le acompaña en semejante cruzada. Vox manda en los pactos autonómicos imponiendo su marco ideológico y Feijóo ejecuta las órdenes para mantenerse en el poder autonómico. Busca lo mismo en el gobierno central, pero ¡ay! no le da la suma con la ultraderecha. Ayer mismo hemos sabido que en Valencia, el partido de Abascal lleva neonazis en sus listas. Ya lo había hecho en Alcalá de Henares. Ahora algunos de ellos ya son concejales o está como asesores en algunos Ayuntamientos, como el de Alicante.
“Feijóo se encadena a Vox”, rezaba el titular de El País. Feijóo es esclavo de un partido que niega derechos constitucionales al colectivo LGTBI, que quiere derogar el Estado de las Autonomías, la ley integral contra la Violencia de Género, tan necesaria y que tantas vidas de mujeres ha salvado. Un partido que quiere derogar la constitucional ley del derecho al aborto, o la ley de Memoria Democrática. Un partido que quiere llevar a España de vuelta a un periodo donde no existía ni la Constitución, ni la Democracia. Un partido que expande el odio hacia las mujeres sólo por ser mujeres. La eliminación de los Puntos Violeta es un claro ejemplo, se posicionan con los agresores.
Eso no tiene nada de constitucional, señor Feijóo, más bien todo lo contrario