48 de cada 100 árboles en Galicia son eucaliptos

Altri requeriría entre 80.000 y 190.000 hectáreas adicionales de eucalipto, pero Arco Iris advierte que la densidad existente ya "supera los límites aconsejables"

Monte de eucaliptos al lado de la playa de Doniños en Ferrol | ENFOQUES

La densidad del eucalipto en Galicia, especialmente en la provincia de A Coruña, “supera ya todos los límites aconsejables”. Así lo advierte la asociación ecologista Arco Iris, indicando que “48 de cada 100 árboles de esta provincia son eucaliptos”. Esto conlleva un gran riesgo para la prevención de incendios forestales, especialmente en la Galicia Atlántica, que es donde más presencia hay de esta especie invasora. Pontevedra tiene algo menos, con un 34% de densidad, y Lugo es la provincia que presenta las cifras más controladas, con un 21,6%.

Denuncian que esta densidad de eucaliptos es incompatible con unas políticas eficaces de prevención y la lucha contra los incendios forestales, pero también con los proyectos de la empresa Altri y, por tanto, con la instalación de la planta de Palas de Rey. Por lo que advierte a la Xunta que “sería muy razonable disminuir esa densidad forestal en ambas provincias por debajo del 34%” e instan a la Consellería do Medio Rural a intensificar las labores de inspección que permitan no solo evitar nuevas repoblaciones, sino eliminar las “muchas ilegales” que existen.

Por su parte, el Consello da Cultura Galega (CCG) advierte que “a presenza do eucalipto supón transformación da paisaxe galega, onde as plantacións forestais veñen tomando un protagonismo determinante sobre o monte, nos pastos e as terras de cultivo”. Una presencia que, desde 1966 hasta 2014, se ha multiplicado por once, y que ha transformado el paisaje y desplazado a la flora y fauna autóctonas. Eso, unido a la ausencia de planificación y la falta de restricciones, han convertido al eucalipto en la principal opción para las explotaciones forestales, lo que genera un monocultivo que empobrece el suelo además de dañar los valores culturales y sociales del territorio, ya que se ven relegados ante intereses económicos a corto plazo.

De esta coyuntura es de donde quiere sacar provecho la compañía portuguesa Altri, que cuenta con el respaldo de la Xunta de Galicia, para instalar una planta de celulosa en Palas de Rei, Lugo, que contempla un consumo anual de 1,2 millones de toneladas de eucalipto y el uso diario de 46.000 metros cúbicos de agua, expulsando al río Ulla 30.000 metros cúbicos de residuos tratados cada día.

Según el mismo Consello, esta nueva fábrica requeriría entre 80.000 y 190.000 hectáreas adicionales de eucalipto. A pesar de las críticas ambientales y las dudas sobre su impacto en el empleo, la Xunta ha declarado el proyecto como de “interés estratégico” argumentando que impulsará el desarrollo económico en la zona. Sin embargo, voces críticas consideran exageradas las previsiones de creación de empleo y cuestionan la sostenibilidad del proyecto a largo plazo.

Incendios forestales

En Australia les llaman “árboles de gasolina”, por eso el alto riesgo de incendios en Galicia se da especialmente en plantaciones de eucaliptos y pinos debido a las características de estas especies, que tienen un alto contenido en compuestos volátiles y acumulación de hojarasca y aceites. Pero también se dan por la gestión forestal histórica y actual.

La proliferación de eucaliptos en Galicia responde a una política de plantación iniciada en el siglo XX para satisfacer la demanda de la industria papelera, ya que esta especie crece rápidamente y es altamente rentable —cada hectárea genera 1.240 euros al año; el doble que un pinar y tres veces más que un bosque de abedules—. Una visión cortoplacista que lo que hace es empobrecer el suelo porque se trata de especies pirófitas que no se queman por completo, sino que sobreviven a los incendios, y esto genera un círculo vicioso de regeneración y expansión.

Además, los estudios muestran que los incendios en eucaliptales se propagan a una velocidad de 12 metros por minuto, con un riesgo significativo de generar fuegos secundarios hasta a 1,9 kilómetros de distancia. Esto contrasta con los robledales, donde la propagación es más lenta y los incendios son más fáciles de controlar, incluso con medios manuales.

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