Un rescate digno de película sacó a la luz una estremecedora historia de maltrato animal en O Morrazo: dos perros llevaban años encadenados y sin contacto humano. Uno de ellos, Boris, había pasado así toda su vida, unos cuatro años. El otro, Yango, fue presuntamente robado hace dos años en Tui y pudo reencontrarse con su familia, que ya había perdido la esperanza de encontrarlo.
La intervención, llevada a cabo por la Protectora de Animais do Morrazo en colaboración con el Seprona de Cangas, se produjo tras un año de denuncias sin respuesta efectiva. «Habíamos recibido varios avisos, pero el Seprona no pudo actuar antes por la falta de agentes; finalmente, gracias al cabo de Cangas pudimos llevar a cabo el rescate», relata la presidenta de la protectora, Laura Soliño.
Boris, una vida de encierro
Al llegar a la vivienda, se encontraron con Boris y Yango, dos perros atados con cadenas en condiciones deplorables. Boris, un podenco de unos cuatro años, llevaba toda su vida encadenado. «Estaba completamente asustado, sin higiene, con una conducta agresiva fruto del aislamiento. No conocía otra cosa», lamenta Soliño.
Fue complicado acercarse a él y ponerle un collar, pero su transformación fue inmediata en cuanto salió de la casa. «Cuando subió a la furgoneta ya empezó a interactuar. En cuanto lo soltamos en los patios de la protectora, echó a correr. Es sociable, está feliz y listo para ser adoptado», explica la responsable de este rescate que demuestra que las ansias de libertad no se apagan a pesar de los años de encierro.
Yango, un robo y la vuelta a casa
Desde el primer momento les llamó la atención que el otro protagonista, Yango, tuvo una reacción muy diferente: se mostró amigable en cuanto llegaron. Algo no cuadraba. «Nos parecía increíble que, habiendo vivido juntos en la misma casa, se comportasen de forma tan diferente», reflexionó Soliño. Al acercarse a él pudieron comprobar que estaba castrado y que tenía microchip.
Al escanearlo, la sorpresa fue aún mayor: descubrieron que había sido robado en Tui en 2023. «El chip reveló que tenía dueños que lo habían denunciado como desaparecido. Siempre sospecharon que alguien se lo había llevado», explica la presidenta. Yango fue reconocido de inmediato por su familia y ya ha vuelto a su hogar, adaptándose con sorprendente rapidez pese a más de dos años de cautiverio.
La diferencia de conducta se explica por sus pasados: mientras Boris nació y creció encadenado, Yango fue criado en un entorno familiar antes de ser sustraído y llevado a esa vivienda, donde permaneció también encadenado durante más de dos años.
La vivienda donde estaban encerrados pertenece a una persona mayor, que se limitaba a darles de comer y aseguraba que los perros eran de su hijo. El propietario ha sido denunciado y está siendo investigado por las autoridades. «Boris llevaba los cuatro años de su vida atado allí», lamenta Soliño.
Este caso pone sobre la mesa la necesidad urgente de reforzar los medios para combatir el maltrato animal. «Sólo en la protectora recibimos dos o tres denuncias al día: se las trasladamos a la Guardia Civil, pero no hay agentes suficientes», relata.
«Nosotros no tenemos autoridad para retirar animales: si convencemos a alguien que los tiene encerrados para que nos los entregue, es probable que vuelva a conseguir otros; en cambio, si acude el Seprona, que tiene autoridad para retirar animales y para multar, cortamos la situación», apunta Soliño.
Mientras Yango ya disfruta del calor de su hogar, Boris espera su oportunidad. «Estamos recibiendo llamadas para adoptarlo. Buscamos la mejor familia posible. Es un podenco y necesita correr, vivir libre por fin», dice Soliño. Un final feliz para uno y un nuevo comienzo para otro, gracias a un rescate que ha removido conciencias y devuelto la esperanza.