A pocos kilómetros del Balneario de A Toxa se encuentra una infraestructura que muchos desconocen: la pista de un aeropuerto que nunca llegó a operar. Lo que hoy es un aparcamiento junto a la playa de A Lanzada iba a ser parte de un gran aeropuerto transoceánico, un proyecto ambicioso que, tras más de una década en desarrollo, quedó en el olvido.
La idea de construir un aeropuerto en la ensenada de O Bao surgió en 1946, cuando los ministros de Obras Públicas y del Aire, José María Fernández Ladreda y Eduardo González-Gallarza, visitaron la zona. Consideraban que A Lanzada, por su ubicación estratégica y su proximidad a un importante destino turístico, podía convertirse en un punto clave para atraer visitantes internacionales. La propuesta fue bien recibida, y un año después, la Deputación de Pontevedra aprobó por unanimidad una moción para impulsar el proyecto.
Dos pistas de 2,5 y 1,8 km
En 1949, el gobierno creó una comisión interministerial para desarrollarlo. El coronel Francisco Iglesias Brage y el ingeniero Luis Ponce de León encabezaron los estudios técnicos. El plan contemplaba una superficie de cinco millones de metros cuadrados, con dos pistas de 2.500 y 1.800 metros de longitud, hangares, talleres, edificios administrativos y una aduana. Para ganar terreno, se propuso desviar la carretera entre Pontevedra y O Grove y construir un dique que contuviera las mareas en la marisma de O Bao.

Uno de los principales argumentos a favor del aeropuerto era su cercanía al Balneario de A Toxa, un enclave que en los años 50 ya era un referente en turismo de bienestar y que, décadas después, sigue en boga gracias a eventos de alto nivel, como el Foro de La Toja. En 1953, el alcalde de O Grove, Alfredo Fernández Sánchez, sugirió que la infraestructura llevase el nombre de «La Toja» para reforzar su atractivo internacional. Se esperaba que la conexión aérea facilitara la llegada de turistas y potenciara el crecimiento económico de la zona.
Errores monumentales
Las obras comenzaron en 1952 y avanzaron hasta 1954, cuando se completó la primera pista, de 710 metros de longitud. Sin embargo, ese mismo año se inauguró el aeropuerto de Peinador en Vigo, lo que redujo la necesidad de otra infraestructura aérea en la provincia. A pesar de los intentos por reactivar el proyecto, la falta de apoyo institucional y las dudas sobre su viabilidad económica y medioambiental lo condenaron al abandono. En 1958, la última Asamblea Regional de Turismo de Galicia intentó un último esfuerzo para impulsarlo, pero sin éxito.

Más allá de los problemas financieros, el aeropuerto de A Lanzada se encontró con un obstáculo legal en 1964: un informe del Ministerio de Agricultura reveló que la pista había sido construida sin los trámites de expropiación de los terrenos. Un año después, el Estado Mayor descartó definitivamente su uso como aeródromo, ya que no cumplía con los estándares mínimos de seguridad y operatividad exigidos por la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). La pista era demasiado corta, carecía de franjas de aterrizaje adicionales y no contaba con barreras de seguridad en la carretera adyacente.
De aeropuerto a aparcamiento
Lo que nació como un aeropuerto internacional terminó convertido en un aparcamiento. Aunque su finalidad cambió por completo, la pista sigue siendo utilizada, aunque no para despegar ni aterrizar aviones, sino para facilitar el acceso de los bañistas a la playa más mística de Galicia. Este episodio histórico recuerda cómo una infraestructura pensada para reforzar el turismo nunca llegó a completarse. Mientras tanto, el entorno sigue siendo un referente turístico, aunque por razones muy distintas a las que imaginaron sus impulsores hace más de 70 años.