Hugo Piñón, viajero y creador de contenido de Valdoviño, continúa explorando realidades que pocos se atreven a mirar de frente. Durante su paso por Senegal, mientras recorre África en uno de sus numerosos viajes, Piñón fue testigo de una escena que difícilmente olvidará: la salida de un cayuco desde el puerto de Mbour con alrededor de cincuenta a bordo. “La ruta entre África y Canarias es una de las más peligrosas del mundo. Cada año muere una persona por cada veinte que lo consigue, y aun así, lo intentan. Muchos no saben siquiera a lo que se enfrentan”, explica Hugo, quien documentó el momento y lo compartió en su cuenta de Instagram, donde narra sus vivencias de viaje.
El puerto de Mbour, a 80 kilómetros al sur de Dakar, es el epicentro de esta actividad. Aunque su principal sustento es la pesca, muchos barcos se utilizan para cruzar el Atlántico en busca de un futuro mejor. “Aquí el 50% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, y cada año 300.000 jóvenes intentan encontrar trabajo en un mercado que no tiene dónde acogerlos”, relata Hugo tras hablar con los habitantes de la zona.
La logística de estos viajes es un secreto a voces en Mbour. Según explica relata este viajero gallego los barcos se dividen en tres secciones: “Las mujeres y los niños van delante, donde menos agua entra. Allí también guardan la comida, calculando lo necesario para casi dos semanas de travesía. En el centro viajan los hombres, más resistentes, y atrás van los pescadores, que son quienes manejan la embarcación y ayudan a los que se sienten mal”. Los pasajeros solo se enteran del día de salida a última hora. “Les llaman el mismo día y les dicen: ‘A tal hora y en tal lugar’. Es la única manera de evitar que la policía lo descubra”, detalla Hugo Piñón. De hecho, cuenta, “la mayoría de los migrantes llegan solos, dispersados y conscientes de la clandestinidad que les espera desde ese momento”. No en vano, las autoridades senegalesas se esfuerzan por evitar la salida de estas barcazas y hasta la Guardia Civil tiene un puesto en la zona.
Hugo documentó este momento a pesar del peligro. “Había un ambiente muy tenso. Muchas personas estaban borrachas, drogadas y algunas eran muy agresivas. Sabía que había mafias observando, y yo, como occidental con un móvil, no pasaba desapercibido. Tuve que acercarme a un grupo de mujeres que limpiaban pescado para disimular mientras grababa”, cuenta. El horizonte que muchos migrantes sueñan alcanzar son las Islas Canarias, pero el camino está lleno de riesgos. En 2023, 39.910 personas llegaron a Canarias en embarcaciones como estas, según datos del Ministerio del Interior español. La mayoría provenía de Senegal, un país donde la media de edad es de 19 años y la esperanza de un futuro digno es escasa.
“Hablar con la gente aquí te hace entender que no se van porque quieren, sino porque no tienen otra opción. La pesca, que es uno de los principales motores económicos, ya no da para todos. Muchos están de brazos cruzados”, explica Hugo. El riesgo es real y constante. Hugo recuerda un episodio que le narraron en el puerto: “En septiembre, una de estas embarcaciones se hundió a solo tres kilómetros de aquí con 200 personas a bordo. Murieron más de 100. Algunas de esas historias no llegan a los medios, pero aquí todos las conocen”.
Hugo Piñón no es solo un viajero, sino un narrador de historias humanas. “Mi misión al viajar es mostrar realidades que otros no ven. No se trata solo de paisajes, sino de entender a las personas, sus sueños y sus luchas”, reflexiona. Lo que vio en Mbour es un testimonio de cómo la desesperación empuja a cientos de personas a emprender un viaje que muchos no completarán. “Es imposible no sentir algo cuando ves a esa gente subiendo a un cayuco. Sabes que la mayoría no logrará llegar, pero entiendes por qué lo intentan. Aquí no tienen nada”.