En el juicio por el crimen de Elisa Abruñedo este miércoles han salido a declarar varios agentes de la Guardia Civil que formaron parte de la investigación que tuvo lugar en Cabanas en el año 2013.
Los testimonios han asegurado que el ataque hacia la víctima fue «sorpresivo» y con una «violencia bastante extrema» que no permitió mostrar oposición alguna, pues fue agredida por las espaldas.
Aseguran que la violencia con la que se realizó esta agresión fue propia de alguien que tenía intención de «causar la muerte» y que sabía lo que estaba haciendo. Los investigadores llegaron a deducir que «el atacante podía tener antecedentes penales o que pudiera haber sido detenido» anteriormente, ya que no parecía que esa fuese «la primera vez que lo hacía». Algo que, según los investigadores, encaja con el perfil del acusado, que era cazador y contaba con licencia de armas.
Este no fue el único indicio que llevó a los cuerpos de seguridad a detener a Roger Serafín Rodríguez. Para dar con él fueron claves los testimonios de dos testigos que ubicaron tanto al coche del detenido como a la propia Elisa Abruñedo en lugares cercanos a donde posteriormente se encontró el cadáver de la víctima.
También fue imprescindible la consecución de muestras de ADN en la manilla y uno de los espejos retrovisores de su vehículo personal, pues los análisis de estas demostraron que era Roger Serafín la persona que habría manipulado el cuerpo de la víctima.
Diez años después de este crimen, en octubre del año 2023, se procedió a la detención del principal investigado. Se realizó en el astillero de Navantia, su lugar de trabajo. Los agentes allí presentes aseguraron este miércoles que su actitud fue de sorpresa, pero que «le duró un minuto». Afirman que pasados unos minutos el hombre llegó a confesar el crimen, aunque dando unas especificaciones que nada tendrían que ver con las investigaciones realizadas previamente.