Galicia vivió su Semana Santa más lluviosa desde 2013

El temporal convirtió la Semana Santa de 2025 en la segunda más lluviosa en lo que va de siglo, con precipitaciones constantes entre el 13 y el 20 de abril que trastocaron celebraciones, desplazamientos y expectativas turísticas en toda Galicia
Galicia vivió su Semana Santa más lluviosa desde 2013
Un penitente portando una cruz bajo la lluvia en la Semana Santa de Ferrol

La Semana Santa de 2025 ha quedado marcada por el agua. Entre el 13 y el 20 de abril, Galicia registró una media de 68,5 litros por metro cuadrado, el valor más alto desde 2013, cuando las lluvias caídas del 24 al 31 de marzo alcanzaron los 101,1 litros por metro cuadrado. En la última década, solo en contadas ocasiones se superaron los 50 litros en esta semana. En 2018 se rozaron los 52, en 2020 se llegó a los 47,8 y en 2024 se marcaron 67,6 litros. Pero nunca, desde aquella Semana Santa de 2013, se había vuelto a ver una combinación tan intensa y persistente de precipitaciones en estas fechas.

Este año, las borrascas atlánticas encadenaron jornadas grises y pasadas por agua. Llovió todos los días en buena parte del territorio gallego, y lo hizo con fuerza en los momentos clave: el Jueves y el Viernes Santo. Las calles se llenaron de paraguas y se vaciaron de pasos procesionales. Los altares se replegaron al interior de los templos y los calendarios turísticos quedaron en suspenso. El impacto se dejó sentir en la vida cultural, en la economía local y, sobre todo, en la vivencia colectiva de una de las semanas más simbólicas del año para muchas localidades gallegas.

Procesiones bajo techo y calles vacías

En toda Galicia, la lluvia obligó a improvisar. Muchas procesiones fueron canceladas, otras se redujeron a actos simbólicos en el interior de los templos. En lugares como Vigo, Santiago, Lugo o Barbanza, las imágenes permanecieron a resguardo mientras los fieles se protegían bajo paraguas o soportales. En las villas marineras, donde la Semana Santa también es tradición, el mal tiempo alteró por completo el programa previsto.

Ferrol, una de las grandes capitales gallegas de la Semana Santa, vivió una edición excepcionalmente alterada. El Jueves Santo, ninguna de las tres procesiones previstas pudo salir a la calle, algo que no se recordaba en años. El Viernes Santo también fue víctima del agua: tanto el Santo Encuentro de la mañana como el Santo Entierro de la noche tuvieron que limitarse al interior de los templos. El esperado «Gozoso Encuentro» del Domingo de Resurrección, en la Plaza de Armas, también fue suspendido por la persistencia de la lluvia.

En Viveiro, donde cada año se movilizan decenas de cofradías, la lluvia impidió el Desenclavo, la procesión de la Pasión y el Santo Entierro. El Domingo de Pascua, cuando se esperaba una de las procesiones más emotivas, el Encuentro de Resurrección fue cancelado minutos antes de su inicio. En su lugar, se improvisó un pequeño acto en el interior de la iglesia, con la retirada del velo de la Virgen como único gesto visible ante los presentes.

El turismo se resiente pero aguanta

La Semana Santa suele ser el primer gran termómetro turístico del año en Galicia. En esta ocasión, la lectura fue desigual. Las zonas costeras, donde se concentra la oferta de sol y playa, sufrieron especialmente: en Sanxenxo, A Illa de Arousa o Baiona, la ocupación hotelera no alcanzó el 60% en muchos casos. Las cancelaciones de última hora afectaron a alojamientos y restaurantes, que confiaban en una afluencia más robusta. Sin embargo, en destinos urbanos y de interior, la situación fue diferente. Santiago mantuvo cifras aceptables, con picos del 90% en la zona monumental durante los días grandes. Ourense, gracias al tirón del turismo termal, registró buenas cifras en el entorno rural y balneario. El visitante buscó refugio bajo techo, y eso benefició a las propuestas menos dependientes del clima.

Ferrol y Viveiro, a pesar del recorte de procesiones, mantuvieron una notable afluencia. En Ferrol, la ocupación hotelera rozó el 100% durante el Jueves y Viernes Santo. En A Mariña lucense, Viveiro alcanzó el 85%. La fe, la costumbre y el arraigo de sus celebraciones jugaron un papel importante. Aun sin ver pasos en la calle, muchos visitantes mantuvieron sus planes, aunque el consumo fue más moderado, con menos actividad en terrazas y una mayor preferencia por espacios cubiertos. A escala autonómica, el balance fue aceptable dadas las circunstancias. Las cifras de ocupación durante los festivos oscilaron entre el 65% y el 70%, aunque los ingresos por habitación bajaron ligeramente respecto a la semana anterior. Las reservas de última hora, habituales en Galicia, estuvieron marcadas por la incertidumbre del cielo.

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