Los eucaliptos reducen drásticamente la biodiversidad forestal en Galicia

Una investigación desarrollada por la Universidade de Santiago y el CSIC demuestra que las plantaciones de eucalipto, que ya cubren casi tanto terreno como el bosque autóctono en Fragas do Eume, albergan muchas menos especies y alteran profundamente la estructura y funcionalidad ecológica del ecosistema
Eucaliptos | XUNTA
Eucaliptos | XUNTA

Las plantaciones de eucalipto no solo transforman el paisaje gallego: también empobrecen sus bosques. Así lo concluye un estudio dirigido por el ecólogo Jacinto Román, investigador de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), que demuestra con datos que las plantaciones de esta especie exótica empobrecen los bosques y afectan de forma clara a la fauna y la flora. «En las zonas donde domina el eucalipto, la diversidad de aves se reduce de forma significativa», explica Román. La investigación, publicada bajo el título Eucalyptus cover as the primary driver of native forest bird reductions, ha sido desarrollada por un equipo de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Los investigadores Fernando García-Fernández, María Vidal, Adrián Regos y Jesús Domínguez analizaron 240 parcelas de bosque en el Parque Natural das Fragas do Eume y su entorno. El resultado es claro: en las zonas con más eucaliptos hay menos especies de aves, y en menor cantidad.

Las aves desaparecen donde más abunda el eucalipto

Los censos realizados entre abril y julio de 2022 registraron 1.806 aves de 35 especies en los bosques autóctonos, frente a solo 754 aves de 36 especies en las plantaciones de eucalipto. La riqueza media por parcela cayó de 9 a 5 especies, y la abundancia, de casi 14 a poco más de 6 individuos. La variable más determinante en la pérdida de biodiversidad fue la proporción de eucaliptos presentes en cada zona. «En los bosques autóctonos llegamos a registrar el doble de aves que en las plantaciones», explica Fernando García-Fernández. El estudio confirma que los eucaliptos no sustituyen funcionalmente a los árboles nativos. No ofrecen cavidades para anidar, albergan menos insectos y sus hojas, con compuestos secundarios poco apetecibles, son una barrera para la fauna local. La mayoría de aves especialistas desaparece, y algunas especies generalistas que logran adaptarse presentan menor éxito reproductivo.

El trabajo también pone de manifiesto que, incluso cuando las plantaciones tienen un cierto desarrollo estructural —con grandes ejemplares y una densa vegetación baja—, no llegan a sustituir la complejidad de un bosque autóctono. Solo unas pocas especies generalistas, como el carbonero común o el reyezuelo listado, logran adaptarse a estas condiciones. Otras, como el trepador azul, el agateador europeo o el mito, desaparecen casi por completo.

Román destaca además un dato preocupante: «En los últimos 60 años, la superficie de eucalipto en la zona del parque se ha multiplicado por tres, y desde su declaración como espacio protegido ha crecido más de un 48%». Esto significa que incluso dentro de un área catalogada como Zona Especial de Conservación por su valor ecológico, el avance de las plantaciones continúa.

El estudio propone medidas concretas para mitigar estos efectos. Una de las principales recomendaciones es la creación de franjas sin explotación dentro de las plantaciones, donde se permita el crecimiento natural de especies nativas, la aparición de árboles muertos en pie y el desarrollo de un sotobosque diverso. Estas zonas, conocidas como retention strips, podrían mejorar la conectividad ecológica y proporcionar refugios para la fauna forestal. «No se trata de eliminar todas las plantaciones, sino de hacerlas más compatibles con la conservación», insiste el investigador. «Si queremos proteger la biodiversidad, no podemos seguir tratando al bosque como un simple cultivo de madera».

La investigación también recuerda que el impacto del eucalipto no se limita a las aves. En la Península Ibérica, no se ha documentado ningún grupo de especies que se beneficie claramente de su presencia. Y en Galicia, estas plantaciones están asociadas a un mayor riesgo de incendios y al abandono rural. Por eso, los autores del estudio hacen un llamamiento a las administraciones para que limiten su expansión, especialmente en zonas protegidas, y promuevan la restauración ecológica de los espacios ya degradados. «Fragas do Eume es uno de los últimos refugios del bosque atlántico y, aún así, está rodeado de un mar de eucaliptos», lamenta Román. «Si no actuamos ya, lo que hoy es excepcional podría desaparecer».

Pérdida del bosque atlántico en Fragas do Eume

Este mismo grupo investigador ya había advertido en febrero de 2024 de los efectos de la expansión del eucalipto sobre el bosque atlántico de Fragas do Eume. En un estudio anterior, también centrado en este parque natural, documentaron una pérdida del 17,6 % del bosque autóctono desde su declaración como espacio protegido en 1997, mientras que la superficie ocupada por eucaliptos crecía un 48,2 % en el mismo periodo.

Aquella investigación alertaba de que la desprotección efectiva del parque, sumada a la presión del sector forestal vinculado a la industria papelera, estaba transformando de forma acelerada uno de los ecosistemas más valiosos del noroeste peninsular. Entre las causas señaladas figuraban la falta de gestión real sobre las zonas protegidas y el incumplimiento de los planes forestales vigentes por parte de las administraciones públicas. Además, el estudio demostraba que el eucalipto no solo avanzaba en zonas periféricas, sino que también ganaba terreno en áreas designadas como reserva natural. Incluso en estos espacios de máxima protección se detectaron sustituciones de bosque autóctono por plantaciones.

48 de cada 100 árboles en Galicia son eucaliptos

Más un siglo de invasión

El eucalipto llegó a Galicia en el siglo XIX como una planta ornamental. Hoy ocupa más de 450.000 hectáreas. Su rápido crecimiento, su rentabilidad y su uso por parte de la industria de la celulosa han hecho de él la especie forestal más extendida. A ello se suma la falta de una política forestal eficaz: el Plan Forestal de 1992 establecía un límite de 200.000 hectáreas para 2032, pero ya se ha más que duplicado. Organizaciones como Greenpeace o el colectivo Betula ya trabajan en proyectos de restauración apoyados por donaciones ciudadanas. Manuel Santos, portavoz de Greenpeace en Galicia, insiste: «É necesario un maior esforzo das administracións para recuperar as frondosas e blindar o parque fronte á expansión do eucalipto».

Reclaman que se prolongue la moratoria vigente y que se cumplan los compromisos de reducción del eucalipto recogidos en el Plan Forestal de Galicia. En la práctica, sin embargo, los datos muestran lo contrario. Según el Inventario Forestal Continuo de Galicia de 2023, los eucaliptos ocupan ya 419.051 hectáreas, un 1,4 % más que el año anterior. La falta de control, sumada a los intereses de la industria pastera, augura un escenario de difícil reversión si no se toman medidas urgentes. Galicia está a tiempo, pero el bosque autóctono se agota.

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