Cada año, decenas de personas en Galicia fallecen debido a una amenaza que pasa desapercibida: el radón. Este gas, invisible e inodoro, es la segunda causa principal de cáncer de pulmón en la comunidad y afecta tanto a hogares como a lugares de trabajo. El radón emana del suelo y se infiltra en las viviendas a través de grietas, juntas mal selladas, tuberías o sistemas de ventilación deficientes. Su acumulación es mayor en espacios cerrados, como sótanos o plantas bajas, donde encuentra menos posibilidades de dispersarse. Según los expertos, supone la segunda causa de cáncer de pulmón a nivel mundial, solo superada por el tabaco, y la primera entre personas no fumadoras. En Galicia, se estima que entre el 10 % y el 15 % de los casos de cáncer de pulmón están directamente relacionados con este gas.
La alta concentración de radón en Galicia no es casualidad. Su origen radica en el predominio del granito en el subsuelo de la comunidad, un tipo de roca especialmente rica en uranio. Como explica Alberto Ruano, catedrático en Medicina Preventiva y Salud Pública y director del Laboratorio de Radón de Galicia, «el radón está presente por las características geológicas de nuestro subsuelo, que tiene un sustrato muy granítico y, por lo tanto, es rico en uranio. También se encuentra en otros lugares de España, como el norte de Madrid o el norte de Extremadura». Este contexto geológico convierte a Galicia en una de las regiones con mayor exposición a este gas.
El principal impacto del radón en la salud humana se centra en los pulmones. Al inhalarse, este gas libera partículas radiactivas que, al interactuar con los tejidos pulmonares, incrementan el riesgo de mutaciones celulares que pueden derivar en cáncer. Ruano detalla que «como es un gas, lo vamos inhalando y afecta a los pulmones. Pero no está demostrado que afecte a otras partes del cuerpo». Además, la exposición combinada al radón y al tabaco multiplica de forma considerable las probabilidades de desarrollar cáncer de pulmón, lo que refuerza la necesidad de prevenir su acumulación.

En Galicia, cada año mueren entre 110 y 125 personas por causas relacionadas con la exposición al radón, un dato que, según Juan Carlos Pérez-Mendaña, médico de Salud Laboral Gallega, evidencia la importancia de la prevención. «En cuanto al tratamiento del cáncer de pulmón, lo primordial es la prevención. Una vez adquirido, lo importante es la detección precoz. Cuanto antes se detecte, más aumentan las posibilidades de curación», apunta Pérez-Mendaña. Además, recuerda que cerca del 7 % de las muertes por cáncer de pulmón en Galicia tienen como desencadenante este gas.
Minimizar el riesgo
El primer paso para combatir el radón es identificarlo. Medir su concentración en viviendas y lugares de trabajo se ha convertido en una práctica imprescindible, especialmente en Galicia. Los expertos recomiendan realizar mediciones durante un mínimo de tres meses –preferiblemente en invierno, cuando los espacios están menos ventilados– para obtener resultados precisos. En caso de detectar niveles superiores a los 300 becquerelios por metro cúbico (Bq/m³), el límite anual recomendado por la legislación europea, es necesario implementar medidas para reducir su concentración.
Alberto Ruano explica que «la entrada del radón en los edificios depende de dos factores: el que procede de debajo de las construcciones y el grado de aislamiento con el subsuelo». Por ello, entre las soluciones más efectivas están la instalación de soleras ventiladas, láminas antirradiación, sistemas de succión o sellado de grietas. «Si se aísla bien, no debería haber problema, pero sí que puede aparecer en edificios ya construidos», añade Ruano.
La normativa vigente en España exige a los propietarios de actividades realizar mediciones en lugares de trabajo ubicados en sótanos o plantas bajas. Según Pérez-Mendaña, «el radón se encuentra con más frecuencia en sótanos y plantas bajas. Como todo gas, tiende a subir, por lo que, si el resultado de la medición de un bajo es elevado, debería medirse en la planta inmediatamente superior». Sin embargo, en viviendas particulares, estas mediciones dependen de la iniciativa de los propietarios, lo que puede dejar a muchas familias desprotegidas.
La alta incidencia de este gas en la comunidad ha convertido a Galicia en un referente en la detección y gestión del radón. La Estrategia Gallega Reduce Radón, promovida por la Xunta, busca reducir la exposición de la población a través de la identificación de zonas de riesgo, la vigilancia epidemiológica, la mejora de las herramientas de medición y la comunicación efectiva con la ciudadanía. Además, el Laboratorio de Radón de Galicia ha elaborado un mapa interactivo con más de 6.000 mediciones que permite conocer los niveles de este gas en cada municipio y sección censal.
Por otro lado, la normativa de construcción vigente ya obliga a incorporar medidas de protección contra el radón en todas las viviendas nuevas, una medida clave para prevenir futuros problemas. Sin embargo, para las casas construidas antes de la entrada en vigor de esta normativa, la recomendación es clara: medir y, si es necesario, actuar.
«La prevención es la clave»
El radón es un enemigo invisible pero combatible. Con medidas adecuadas de prevención, como una buena ventilación, el aislamiento de las viviendas y la instalación de sistemas específicos, se puede minimizar su impacto. Además, la sensibilización de la población y el acceso a herramientas de medición asequibles son fundamentales para afrontar este problema. Como apunta Pérez-Mendaña, «las mediciones de radón deberían realizarse durante un año, pero permiten hacerlas durante tres meses y extrapolar los resultados. No obstante, no es aconsejable hacerlas en verano, porque es una estación en la que los espacios suelen estar más ventilados. En caso de que el resultado sea positivo, también hay métodos para extraerlo».
La experiencia gallega en este ámbito no solo sirve como ejemplo para otras comunidades en España, sino que también refuerza la importancia de actuar de manera conjunta entre ciudadanos, autoridades y expertos para reducir los riesgos asociados al radón. En definitiva, aunque su presencia sea inevitable, su impacto en la salud puede controlarse. La clave está en medir, prevenir y actuar.