A pesar de los esfuerzos anunciados el pasado 29 de abril por la concelleira de Seguridad y Movilidad, Pamen Pieltain, para implementar un programa de vigilancia de dos meses en el barrio del Inferniño y Ultramar, destinado a mejorar la seguridad en lo que ella ha identificado como «zonas sensibles», los resultados hasta el momento son poco alentadores. Aunque la intención inicial era monitorear la situación para llevar a cabo un estudio exhaustivo, la presencia policial adicional parece no estar dando los frutos esperados. Los residentes, tanto vecinos como comerciantes, continúan experimentando un clima de inseguridad constante, marcado por peleas, robos, actividades ilegales y disturbios públicos diarios.
La Praza do Inferniño experimenta un significativo aumento de conflictividad cada año que pasa, especialmente, según afirman los residentes, desde el inicio de la pandemia que lo consideran el «Año 0». Un antes y un después que marca un incremento en la criminalidad que está afectando a familias de toda la vida y que parece haberse establecido en las calles, ante la aparente pasividad de las autoridades. Es curioso cómo el año de la «nueva normalidad» ha generado una atmósfera que dista mucho de lo que hasta la fecha ha sido normal en esta zona.
En el barrio se habla de pequeñas bandas organizadas que se dedican a atemorizar a los residentes y a pertubar su paz. Un hostelero que prefiere mantenerse en el anonimato cuenta cómo ha tenido que traspasar su local, que estaba ubicado en un lateral de la plaza, y mudarse a unas manzanas más arriba hace aproximadamente un año. Afirma que lo “tenía que haber hecho antes” y que hay clientes a los que les está “volviendo a ver la cara” porque saben que su negocio ya se encuentra en otro ambiente libre de problemas.
«Al Ayuntamiento le interesa»
“En el Inferniño empezó a bajar la caja porque la gente no quiere problemas, son personas mayores o con hijos y se van del barrio o no lo frecuentan por esa falta de seguridad. Hay un ambiente de drogas, prostitución y de deterioro que no se ven en las otras plazas de Ferrol”, cuenta.
Habla de la problemática que había en los alrededores del Centro Comercial Porta Nova, tanto en el exterior como en el interior. “Lo intentaron remediar impidiendo el acceso con una valla y cámaras de seguridad por el área superior del centro comercial. Sin embargo, el problema ha pasado de estar focalizado en solo un punto a extenderse por toda la plaza”, explica.
“El ayuntamiento hace una jugada inteligente, le interesa que se queden aquí, porque cuando tú tienes concentrada toda la problemática en un sitio, mantienes limpia y ordenadas las demás zonas. Pero yo quisiera saber si todo esto que le está pasando al Inferniño se trasladara a Armas o a Amboaxe, el problema ya estaría resuelto o no”, cuestiona el hostelero.
Terrazas abiertas en la madrugada
Además, varios residentes de la zona han expresado su descontento con respecto a dos cafeterías ubicadas en la plaza, que continúan sirviendo a individuos problemáticos. Esta situación genera agitación entre los vecinos y provoca problemas de salud mental, como ansiedad y trastornos del sueño, debido al escándalo que se genera en las terrazas y que están abiertas hasta altas horas de la madrugada, incluso en días laborables.
Resulta aún más preocupante que, a pesar de los incidentes, no se les haya prohibido la entrada a estos individuos en estos establecimientos, como han hecho ya otros locales. Según algunos testigos, en una ocasión hubo una ocupación masiva y la gerente de ambos locales les recriminó el mal comportamiento, siendo amenazada: “¡Cállate, zorra, que te vamos a matar!’, le espetaron.
Pero es que las amenazas de estas bandas no solo afectan a los hosteleros, sino también a los clientes y cualquier persona que se atreva a enfrentarse a ellas que «no se complican y llaman directamente a la polícia». Pero la cuestión es que la falta de eficacia por parte de la policía, a pesar de ser alertada con regularidad, conlleva a la consecuente devaluación del mercado inmobiliario y a que muchas personas opten por marcharse o evitar ciertas zonas del barrio por temor a represalias.