La riqueza arqueológica de las Rías Altas

Figuras antropomorfas de Calvela y CHousa daVella, Grupo Arqueolóxico da Terra de Trasancos, | JOSÉ SALGADO

A quien quiera saber sobre la Prehistoria de la Comarca Eumesa no le bastará con leer la Historia de Antonio Couceiro. El historiador eumés habla de algunos castros, menciona el torques de Castrelo, los restos romanos de Centroña y Sopazos, las casi ya míticas monedas de Algara o la estela romana de Grandal, pero dejó al margen el Cuadrifaz de Pontedeume, el torques de Sabn Martiño do Porto, o lógicamente la villa romana de Noville y los restos romanos de Caldoval (Mugardos), recientemente puestos en valor.

Pero la razón fundamental de dicha afirmación es que desde la década de los noventa del siglo XX el boom de la arqueología ha sido espectacular. Aunque no faltan arqueólogos e historiadores profesionales (Pena Graña, Cristina Toscano, González Fernández, Ricart Gillot, Carneiro Rey o Emilio Ramil, etc.) digamos que —y esto es una característica de la mayoría de los estudios locales— en dicho boom han jugado un gran papel historiadores no profesionales, no menos rigurosos en sus estudios, entre los que debemos de mencionar a Juan Sobrino, a la Asociación Ardóbriga y especialmente al Grupo de Arqueoloxía da Terra de Trasancos.

La labor de estos estudiosos de la Prehistoria ha permitido aumentar la nómina de los castros, pero, sobre todo, ha permitido que las Rías Altas, a través de dos categorías prehistóricas íntimamente relacionadas como son las mámoas y los petroglifos se conviertan en un ámbito de riqueza arqueológica de primera magnitud. Baste decir que se han inventariado 250 mámoas entre el río Eume y el Mandeo, de ellas 118 en el concello de Monfero, sin contar las destruidas o las simplemente referenciadas documentalmente. Son estas mámoas, situadas en todo tipo de altitudes, enterramientos colectivos, de los que, debido a la acidez del terreno, no se conservan los restos óseos.

De forma circular, están formadas por un dolmen recubierto de tierra o túmulo cuyo tamaño, muy variable, puede llegar a los 30 metros de diámetro y a más de 2,5 metros de alto. Primitivamente con corazas de piedra y anillos perimetrales, la mayoría han sido expoliadas, presentando un cono de violación. De esta expoliación se suele mencionar como ejemplo la actuación en el siglo XVII de Vázquez de Orxas, quien buscó objetos de valor que nunca fueron encontrados. Actuaciones insuficientes para explicar la magnitud del expolio. Y como nadie trabaja por nada, ¿no habrá una explicación en la reutilización de las piedras por parte de los lugareños?

Pero ha sido en el inventariado de los grabados en las rocas o petroglifos donde los avances han sido verdaderamente notorios. Con anterioridad ya se conocía, merced a los estudios de Luis Monteagudo, allá por el 1950, la presencia de los mismos en Arteixo; pero ahora los 350 paneles o soportes de grabados pétreos, desde los esporádicos de Chamorro y Montefaro hasta los concellos limítrofes con el río Mandeo, hacen que estas comarcas rivalicen con las rías Bajas.

Posiblemente los más antiguos de la Edad del Bronce, los hay también históricos, fundamentalmente cruces consideradas como señales de término, hechas con instrumentos de hierro. Se realizan en soporte de granito a lo largo de la veta que se extiende desde Narón a Sobrado, pero no faltan los realizados en pizarra. Se les encuadra dentro del Grupo Atlántico Rupestre, configurándose el concello de Vilarmaior, por su concentración y características, como un referente en el arte rupestre gallego. Los grabados prehistóricos son de tema geométrico, alguna espiral, círculos con surco de salida, otras combinaciones de círculo y cazoletas o piletas, cuando éstas son más grandes. Especial relevancia tienen las 4 figuras antropomorfas de Calvela  y Chousa da Vella y otro posible ejemplo de animal, hoy en estudio.

La función de estos grabados prehistóricos es un enigma, señalándose entre sus significados cultos religiosos, astrales, lugares de reunión o de demarcación. Inventariados, formando parte del catálogo elaborado por la Dirección General de Patrimonio, protegidos por las leyes de patrimonio, mámoas y petroglifos son hoy restos arqueológicos frágiles que han sufrido a lo largo del tiempo la meteorización y la acción antrópica (construcción de caminos, actuaciones en los bosques, incendios etc. ).

No faltan intervenciones concretas de señalizaciones o inclusiones en planes de urbanización,  pero son necesarias actuaciones más decididas tipo Caldoval , quizás con la creación de parques arqueológicos en las áreas de mayor concentración. Y sobre todo faltan campañas de excavación ambiciosas. Estas campañas permitirían avanzar en su estudio y que cientos de escolares de sucesivas generaciones, como está sucediendo, no permaneciesen al margen de su conocimiento y disfrute. 

Ardóbrida y el Grupo de Arqueoloxía da Terra de Trasancos

Nada hubiese sido posible, ya lo hemos dicho, sin personas entusiastas, dispuesta a gastar su tiempo y dinero desinteresadamente. Es el caso de la Asociación Ardóbriga de Pontedeume, cuya actuación se ha centrado en la puesta en valor del torques de Castrelo, hoy formando parte de una colección privada, y el Castro de Centroña, impulsando actuaciones como su inclusión en el BIC y la acción conservadora.

Por lo que respecta al Grupo de Arqueoloxía da Terra de Trasancos, a él debemos prácticamente todos los progresos de inventariado de mámoas y petroglifos en las últimas décadas, debidamente fotografiados por José Manuel Salgado. Bajo el influjo del gran arqueólogo Luis Monteagudo (1919- 2018), surge en 1991 formado por unos 15 miembros, algunos de los cuales ya habían participado entre 1987 y 1991 en los trabajos de campo para la historia del concello de Narón, realizada por Andrés Pena Graña.

Se dan a conocer en 1996 descubriendo los grabados de Chamorro, para continuar con los túmulos de Ferrol y los petroglifos de Ois; y así  hasta la actualidad, a veces en colaboración con la empresa Adóbrica Arqueoloxía. Desde entonces han publicado 27 artículos (el último sobre nuevos grabados en Pontedeume), prácticamente todos en el Anuario Brigantino.

Artículos que cualquiera puede ver en una web de una sobriedad espartana, pero de una tremenda eficacia para sus objetivos, que no son otros que el conocimiento, la divulgación, la defensa y la conservación de nuestro patrimonio.

 

Carlos de Castro Álvarez es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Valladolid. Profesor de Geografía y Historia en el IES Breamo de Pontedeume. Cofundador de la revista Cátedra, Revista eumesa de estudios y de la editorial Espino Albar.

 

 

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