Colegiatas

La excolexiata de Caaveiro
La excolexiata de Caaveiro

Si buscamos en el diccionario la palabra colegiata nos informa de que es una iglesia colegial, lo cual no nos aclara mucho. Y lo cierto es que, en efecto, una colegiata es una iglesia, llamada así por estar servida por un determinado número de canónigos o sacerdotes formando comunidad o colegio. Algún autor ha dicho que las colegiatas son catedrales de segundo orden. Surgen allí donde se quería aumentar la categoría de una parroquia, especialmente en villas de cierta importancia, pudiéndose en ellas realzar el culto y propiciando que las clases pudientes pudiesen fundar aniversarios, capellanías o capillas funerarias.

Fundadas con la necesaria aprobación obispal y papal, en Galicia se mantenían a finales de la Edad Moderna 12 colegiatas, 5 en la diócesis de Santiago, 3 en la Tui y 1 en la Mondoñedo, no habiendo ninguna en la de Ourense o en la de Lugo, puesto que la de Xunqueira de Ambía estaba asignada a la diócesis de Valladolid.

Precisando más, en Galicia existen colegiatas en las importantes villas de Muros (S. Pedro), Noia (S. Martiño), Padrón (Sta. Mª. de Iria), Santiago (Sta. Mª. del Sar), A Coruña (Sta. Mª. del Campo), Baiona y Vigo, estas últimas igualmente con advocación de Sta. María.

Pero no todas las colegiatas estuvieron en villas importantes. Mientras que las colegiatas instaladas en núcleos urbanos tuvieron una vida fácil, las rurales, como Caaveiro, sin fundaciones ni aniversarios y no muchas rentas, progresaron gracias a las donaciones altomedievales y a que fueron utilizadas por la nobleza comarcal como lugar de enterramiento y como promoción de segundones en el cargo de prior; eso y a la potenciación del recuerdo de S. Rosendo.

No olvidemos que Ambrosio de Morales, cuando buscaba reliquias y objetos con que dotar al Escorial por mandato de Felipe II, no dudó en que tenía que ir a Caaveiro, de lo que desistió porque la peste le cortó el paso. 

La colegiata de S. Juan de Caaveiro

Caaveiro fue Real Colegiata de canónigos regulares de S. Agustín. No sabemos cuándo se convirtió en colegiata, título del que los canónicos nunca presumieron, pero seguramente fue a raíz de la retirada al monasterio del obispo mindoniense Pedro, entre 1112 y 1128, coincidiendo con la primera donación de Alfonso VII. Dicho obispo firma documentos diciendo que es obispo mindoniense, en presencia del colegio de sus canónigos.

Respeto al real patronato, dicha circunstancia suponía que el rey nombraba al prior, prerrogativa que vino impuesta por la bula de 1523 Eximiae devotionis affectus. Sin embargo, el cargo de prior venía recayendo en la familia Andrade, que lo proveía con segundones o bastardos, y la resistencia a cederlo no fue pequeña. En 1537 muere el prior Fernán Pérez y el Consejo Real intenta nombrar al capellán real Francisco Ferrer, frente a Fernando de Andrade, hijo del conde de Villalba del mismo nombre.

Al fallecer Ferrer en 1540, antes de dirimirse el contencioso con los Andrade, el Consejo nombra a Francisco Vázquez, otro capellán real. Pero lo cierto es que, al parecer, Fernando de Andrade siguió al frente del monasterio hasta su muerte, acaecida en 1544. La justicia entonces era muy lenta, tan lenta que muchos pleitos solo terminaban con la muerte de los litigantes.

De las colegiatas gallegas, 3 fueron de canónigos regulares de S. Agustín: Xunqueira de Ambía, Sta. Mª. del Sar y a S. Juan de Caaveiro. En España se dice que hubo 350 monasterios de canónigo regulares, de los que 21 están documentados en Galicia. En las proximidades de Caaveiro también fueron monasterios de canónigos regulares de S. Agustín, S. Miguel de Breamo y S. Salvador de Pedroso, que llegaron a tener 4 y 13 canónigos respectivamente, lo que nos pone de manifiesto sus grandes diferencias en cuanto al tamaño.

En algunos casos estos monasterios surgen ligados a la labor hospitalaria, como los que se fundaron en torno al Camino de Santiago, o en relación con la colonización o explotación de tierras de difícil acceso, condicionando su evolución posterior. Podría ser que este el caso de Caaveiro, posiblemente surgido, como Breamo, en relación a una función hospitalaria, después de haber sido monasterio benedictino surgido por la agrupación de eremitas que hacían vida santa en lo recóndito de las fragas.

Gobernados muchos de ellos por priores de forma independiente, los canónigos de S. Agustín resistieron mal la crisis bajomedieval, como le sucedió a Breamo o a Pedroso. Sus monasterios, al menos los de fundación más temprana, no tenían los elementos propios de los demás monasterios (claustro, refectorio, portería, etc.), y muchas de las casas donde vivían los canónigos, sin especial relevancia artística, no han llegado hasta nosotros. En Caaveiro dicha circunstancia, unida a la importante reconstrucción de don Pío García Espinosa a finales del siglo XIX, provoca en el visitante un gran desconcierto.

 

Carlos de Castro Álvarez es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Valladolid. Profesor de Geografía y Historia en el IES Breamo de Pontedeume. Cofundador de la revista Cátedra, Revista eumesa de estudios y de la editorial Espino Albar.

Relacionadas