5 de abril de 2025
Así, con un título robado al gran Boris Vian, empiezo hoy algo parecido a un diario de lo que pasa o me pasa por la cabeza. Poca cosa, unos apuntes, alguna reflexión, un comentario, una nota de lectura. En fin, ya iremos viendo. Intentaré, eso si, enfocar aquello que me llame la atención o me distraiga del rutinario discurrir del mundo. Si soy capaz de aislarlas, igual me detengo más en las anomalías, pero tal como están las cosas la empresa no parece fácil. En estos tiempos de perfiles diluidos, de formas imbricadas y realidades inestables, lo anómalo ya ha dejado de ser tal y campa a sus anchas por los espacios, por así decir, normalizados. Hoy, y eso parece incuestionable, es sábado y no madrugo. Día para leer en la cama, con calma, sin prisas. Un viejo placer que no desaparece. No llueve, pero esa grisura que veo aplasta el ánimo, lo somete a la rigidez de alguna ley marcial. Uno también tiene derecho a exagerar. El caso es que no madrugo y leo. Por ahí todo bien. Leo una novela, la última de Suso de Toro, “Conta, Sherezade”, el relato de una investigación sobre el pasado familiar, sobre los cimientos de una vida, sobre los secretos que todos escondemos, sobre la guerra civil como máximo condicionante, como quiebra trágica, como fisura vital. Avanzo con interés, acompaño a la narradora en su proceso de conocimiento y de autoconocimiento, pero a mí no deja de acompañarme la impresión de que todo esto ya ha sido escrito, de que esta historia ya me la han contado en otras ocasiones.
12 de abril de 2025
Leo que China está muy interesada en las cerezas españolas. Y en los cerdos. Son buenas noticias. También leo que los cazadores ya pueden disparar al lobo sin contemplaciones. Y eso ya me gusta menos. Al lobo, tan maltratado por los cuentos, le tengo cariño, o algo parecido, y no le deseo nada malo. Ni al lobo ni a los cazadores, a ver si no me van a entender. El lobo, para muchos, representa una de esas figuras que componen el entramado íntimo de la nostalgia, un personaje que nos mira feroz desde el imaginario de la infancia, y no queremos, pese a esa mirada hiriente y al miedo que le tuvimos (¿qué habría sido de nosotros sin esos miedos?), que se le ponga una mano encima. Pero supongo que todo es más complicado.
Por lo demás, y no sé por qué, me fijo en la expresión: “echar raíces”. Aparece en un diario local. La noticia cuenta que una familia de no sé dónde quiere echar raíces aquí, en un pueblo cercano, lo que me parece perfecto. Simone Weil, autora de un libro que se titula precisamente así, dice que “echar raíces quizá sea la necesidad más importante e ignorada del alma humana”. Enraizar. Ir creciendo hacia el centro de la tierra. Quizá sólo se trate de buscar la paz, el remanso, la seguridad. Quizá sólo se trate de regresar a aquella piscina amniótica en la que no era necesario saber nadar.
14 de abril de 2025
Si les parece bien, aprovecho el día para recomendar un libro: “14 de abril”, de Paco Cerdá. Editorial Libros del Asteroide. Todos conocemos las letras grandes de la Historia, pero Cerdá se fija también en las pequeñas, en las que cuentan como vivieron aquel día clave esos ciudadanos que llamamos anónimos: Emilio Arauzo Honorio, Cándida Lago Veiga, Eduardo Rovira Bordoy… Tantos y tantos. Todos con nombre, pero siempre alejados, o apartados, de los grandes relatos. Protagonistas secundarios pero fundamentales. Aquí están, habitando aquel día en el que tantas cosas empezaron a cambiar. El libro es, como se dice, un fresco mayúsculo. Documentado y emocionante.
Conduzco hacia Ourense por la Nacional 540, la peor carretera de España o del mundo, la peor carretera posible, esquivando baches a diestra y siniestra, y oigo en la radio que Mario Vargas Llosa ha muerto en su casa de Lima. Recuerdo perfectamente la primera novela suya que leí: “La guerra del fin del mundo”. Recuerdo incluso donde la compré: en una pequeña librería que ya no existe. Hace ya mucho de eso. Desde entonces sólo he dejado de leerlo en los últimos años, enfadado, quizá de manera absurda, con sus manifestaciones y posicionamientos políticos, con algún artículo claramente impropio de su inteligencia y saber. De todas formas, cuando supe que “Le dedico mi silencio” iba a ser su última novela me pareció que debía leerla, que era buen momento para reencontrarme con su escritura. La leí con placer, como siempre, y tengo que reconocer que sentí un punto de aprensión al encontrarme con esta frase en la nota final: “Creo que he terminado ya esta novela. Ahora, me gustaría escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven. Será lo último que escribiré”
15 de abril de 2025
Llegan bastantes cartas para la defensora del lector de El País con quejas relacionadas con el alarmismo de ciertos titulares sobre el conflicto desatado (creado, originado) por esa extraña figura que una mayoría de estadounidenses situó de nuevo el frente del gobierno. Una palabra como guerra, escrita a cinco columnas, la verdad es que deja a uno con mal cuerpo, por muy comercial que esa guerra sea. El caso es que a los lectores no les parece bien este comportamiento del diario y así se lo hacen saber a la defensora, que les contesta diciendo que para muchos también eran alarmistas y exageradas aquellas primeras informaciones sobre la Covid y después ya vimos lo que pasó: algo mucho peor, de mucha mayor gravedad, que lo que los más sensacionalistas fueron capaces de pronosticar. Quedo inquieto con la reflexión de la defensora. ¿Es posible que se queden cortos estos titulares y que lo que venga sea finalmente mucho peor?, ¿que esa guerra con apellido queda en guerra a secas? ¿Alguien con dos dedos de frente puede estar pensando eso? ¿Qué nos está pasando?
16 de abril de 2025
Publica el mensual “Tinta libre” dos artículos sobre las criptomonedas, y como es algo de lo que no sé nada me pongo a leerlos, a ver si aprendo algo. El de Ekaitz Cancela se titula “De como el neoliberalismo transformó la masculinidad en un activo financiero” y el de Nuño Rodrigo”El dinero de los nuevos aristobros”. Dos excelentes artículos que leí con mucha atención y no sé si con tanto provecho. La idea que me queda es que, al amparo de una retórica tecnovanguardista, rebelde o contestataria, nos encontramos frente a una regresión preilustrada e irracional, situados, como dice Rodrigo, en “una mezcla de videojuego, distopía y paraíso anarcocapitalista”, es decir, digo yo, en un escalón superior de la creciente deshumanización que padecemos. No sé, tendré que informarme maś, pero de momento me quedo, y nada tranquilo, con estas frases de Cancela: “El cripto-bro se convierte en figura central de nuestro tiempo: encarna la exaltación de la pulsión irracional y sádica a la que nos empujan las finanzas, ataca al Estado como garante de la soberanía popular, a la autoridad política y los derechos ciudadanos, e invoca las tecnologías descentralizadas como alternativa”. Ya me dirán.